“Dios […] os
llamó de las tinieblas a su luz admirable” 1 Pedro 2:9 (Leer 1 Pedro 2:4-10)
Un día, recibí un ramo de tulipanes color rosa. Mientras
las colocaba en un florero en el centro de la mesa de la cocina, las flores se
balanceaban sobre los gruesos tallos. Al día siguiente, noté que apuntaban en
otra dirección: en vez de estar derechas, se habían inclinado hacia un costado,
bien abiertas y mirando hacia la luz del sol, que asomaba a través de una
ventana.
En un sentido, todos fuimos hechos para parecernos a esas
flores. Dios nos llamó para que nos volvamos hacia la luz de su amor. Pedro
escribe sobre lo maravilloso de ser llamados «de las tinieblas a [la] luz
admirable [de Dios]» (1 Pedro 2:9). Antes
de conocer al Señor, vivimos en la oscuridad del pecado y de la muerte, que nos
impedía acercarnos a Él (Efesios 2:1-7). No obstante, en su misericordia y
amor, Dios abrió un camino para que huyéramos de las tinieblas espirituales a
través de la muerte y resurrección de su Hijo (Colosenses 1:13-14).
Jesús es la luz del mundo, y todos los que ponen su fe en
Él para que les perdone sus pecados recibirán vida eterna. Solo en la medida en
que nos volvamos hacia Cristo, reflejaremos cada vez más su gracia y su verdad
(Efesios 5:8-9).
Nunca olvidemos inclinarnos hacia la Luz.
Señor, como una flor que busca el sol, abro hoy mi
corazón a ti para recibir tu luz.
La sangre de Cristo lava nuestros pecados.
(La Biblia en
un año: Marcos 7:14-37)
JENNIFER BENSON
S. - (Devocional “NUESTRO PAN
DIARIO")