“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije:
Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” Salmo 32:5
Supongamos que hace tres
meses decidiste vivir totalmente para Dios. Y desde ese día has vivido para
Cristo sin comprometer tus ideales. Eso fue antes de hoy.
Patear la pelota de
fútbol hasta destrozarla te pareció una buena idea para librarte de las
frustraciones que sentías después de un día horrible. Así que pateaste la
pelota una vez. Dos veces. Unas mil veces. Y con cada puntapié, apuntaste a los
tulipanes de la buena anciana que vive al lado.
Estuviste pésimo. Bien
lo sabes. Así que, ¿qué vas a hacer ahora?
Tema para comentar:
¿Qué podrías hacer para solucionar el hecho de que destrozaste los tulipanes de
tu vecina?
No podemos volver a
componer las flores. Pero podemos empezar por decir que lo lamentamos. Podemos
ayudar a limpiar los destrozos que hicimos. Y en el instante que nos damos
cuenta de que estuvimos pésimos, tenemos otro trabajo enorme. Tenemos que
hablar con Dios sobre nuestra desobediencia.
Cuando nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados,
reconocemos ante Dios que hemos actuado mal. Le decimos que no queremos tener
ya nada que ver con volver a pecar. Y cuando le pedimos perdón a Dios, podemos
estar seguros de que él nos perdonará. Escucha la promesa en 1 Juan 1:8, 9:
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la
verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad". Todo mal
¡desaparece!
Cuando le admitimos de
esta manera nuestros pecados a Dios, podemos estar seguros de que las cosas
andarán bien entre él y nosotros. Tratar de esconder de Dios nuestros pecados
es una mala idea. En el salmo que leíste hoy, viste que el rey David sabía lo
que era no sólo haber hecho lo malo sino también haber tratado de esconder de
Dios sus pecados. Se sentía débil y miserable.
Esconder los pecados es
incómodo. Pero sucede algo fantástico cuando solucionamos nuestro pecado con
Dios. ¡Él nos ayuda a cambiar! No honra a Dios andar destrozando los tulipanes
de la gente con la pelota de fútbol. Por eso, cuando nos perdona, nos envía
poder espiritual a través del Espíritu Santo, quien nos ayuda a vencer nuestra
tendencia a pecar. Como dice Gálatas 5:16: "Andad en el Espíritu, y así
jamás satisfaréis los malos deseos de la carne".
Cuando haces lo pésimo,
reconócelo y deja que Dios te cambie. ¡Entonces sí que estás dejando que Jesús
controle tu vida!
JOSH MCDOWELL - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)