La Palabra dice: "No améis al mundo, ni las cosas que
están en el mundo" (1 Juan 2:15). Jesús advirtió: "Mirad, y
guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee" (Lucas 12:15).
Las cosas, nuestras
posesiones, nos pueden atar a este mundo. Mientras el cielo y el infierno se
están preparando para la guerra, nosotros nos vamos de compras. ¡Los valores
eternos están en juego! El final de todo lo que conocemos está cerca, ¡y
nosotros estamos ocupados jugando con nuestros juguetes!
La Escritura dice que
en los días de Noé "estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en
casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca" (Mateo 24:38). Y que
en los días de Lot "compraban, vendían, plantaban, edificaban" (Lucas
17:28).
Ahora bien, esta
actividad no era mala en sí misma. Estoy seguro de que el mismo Noé debía
comprar y vender. ¡Después de todo, él estuvo envuelto durante 120 años en un
proyecto de construcción! Pero la clave en todo esto está en que estas personas
hacían todas estas cosas hasta el mismo día del juicio, así que nadie estaba
oyendo, atendiendo ni preparándose. ¡Nadie se estaba desprendiendo del espíritu
de esclavitud a los bienes materiales!
Recientemente, un amigo
misionero, escribió en una carta enviada desde Hong Kong, que él acogió a
dieciocho estudiantes chinos para que duerman en su pequeño apartamento. Los
estudiantes, que estaban huyendo del comunismo, no tenían dinero y sólo tenían
lo que llevaban puesto.
Estos cristianos son un
ejemplo de personas que han "soltado". No huían de su país porque
querían el materialismo occidental. Por el contrario, ¡ellos sólo querían ser
libres! Querían vivir en un país ¡donde
el alma es libre para adorar!
En contraste, la
Iglesia no está escapando, sino profundizando más; en sus televisores, sus
reproductores de video, sus propias conveniencias, su "buena vida".
Resuenan en mi alma las
asombrosas palabras que Jesús les dio a sus siervos, al decirles que de toda
palabra ociosa "darán cuenta" (Mateo 12:36). Si hemos de dar cuenta
de toda palabra, ¿no estamos también llamados a dar cuenta de todo tiempo
ocioso y todo dinero derrochado?
Todos estaremos delante
del Señor y rendiremos cuenta. De modo que es mejor preguntarnos ahora: ¿Cuáles
son mis razones? ¿Por qué soy tan descuidado? ¿Por qué tan egoísta? ¿Por qué
tan derrochador?
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)