“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” Gálatas 5:22-25
Por gracia, Dios ofrece
la justicia de Cristo a todos los que ponen su confianza en Él. A todos los que creen, todos los que tienen fe en
Él, el mérito de Cristo es contado a su favor.
¿Excluye esto las
buenas obras en la vida del creyente? No, nuestra justificación va dirigida
siempre a las buenas obras. Aunque ningún mérito procede de nuestras obras, ni
las que hicimos antes de nuestra conversión ni las que hagamos después, las
buenas obras son un fruto necesario de la fe verdadera.
¿Fruto necesario? Sí,
necesario. Las buenas obras no son
necesarias para que obtengamos la justificación. Nunca han sido la base de
nuestra justificación. Son necesarias en un sentido más específico. Son
muestras de la fe verdadera. Si una persona dice que tiene fe pero no da fruto
de obediencia, es una prueba contundente de que su declaración de fe es una
declaración falsa. La fe verdadera inevitablemente y necesariamente da fruto.
La ausencia de fruto indica la ausencia de fe.
No somos justificados
por el fruto de nuestra fe. Somos justificados por el fruto del mérito de
Cristo. Recibimos Su mérito sólo a través de la fe, pero solo es a través de la
fe verdadera que recibimos Su mérito. Y la fe verdadera produce fruto
verdadero.
ORACIÓN. Padre, gracias por tu amor y misericordia, quiero
darte fruto en abundancia, enséñame a andar en el Espíritu, en el nombre de
Jesús, amén.
ROBERT C. SPROUL -
(Dev. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)


