Llegará el día cuando
Jesús se revelará plenamente a la humanidad malvada. Cuando eso suceda la gente
clamará que las rocas y las montañas caigan sobre ellos y los escondan de Su
impresionante presencia. “Se escondieron
en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las
peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado
sobre el trono” (Apocalipsis 6:15-16).
En la Iglesia Times
Square, a menudo predicamos contra el pecado, y muchos pueden decir: “He dejado
todo lo que el Espíritu ha expuesto en mí que no está conforme a Jesús.” Sin
embargo, me doy cuenta que todavía nos falta; todavía nos quedamos cortos de Su
gloria. La sola predicación no traerá el odio por el pecado que tantos
necesitan en estos últimos días, se requerirá una profunda y penetrante
manifestación de la presencia santa de Dios, porque sólo en Su presencia vamos
a aprender a odiar el pecado y caminar en Su temor.
Oigo a cristianos que
hacen alarde: “En el día del juicio no voy a tener que caer sobre mi rostro.
¡Estaré valientemente en pie, con todo y mis imperfecciones, porque estoy
confiando en Su salvación, no en mis obras!”. Es cierto que no somos salvos por las obras, pero si no obedecemos los
mandamientos de Cristo, entonces nunca le amamos realmente y Él no se manifestó
en nosotros (Juan 14:21).
El apóstol Juan,
nuestro “hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación” (Apocalipsis 1:9),
el que una vez que se recostó cerca del pecho de Jesús, vio a Cristo en Su
santidad glorificada. Juan testificó: “Y… vuelto, vi… a uno semejante al Hijo
del Hombre…sus ojos como llama de fuego… y su voz como estruendo de muchas
aguas… y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Cuando le
vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No
temas” (Apocalipsis 1:12-17).
Puede que seas como
Juan, un hermano recto en el Señor, un siervo o sierva que ha soportado muchas
tribulaciones, pero ¿Puede alguien estar delante de una Presencia que brilla
como el sol en toda su fuerza? No seremos capaces de mirar a esa santidad así
como ahora no podemos mirar hacia el sol sin tener que usar gafas oscuras. Él
tendrá que capacitarnos en aquel día, tendrá que tocarnos y confortarnos para
no tener miedo. “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y
presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría… sea gloria y
majestad, imperio y potencia” (Judas 1:24).
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


