“Diga el débil, fuerte soy” Joel 3:10
En la vida de cada
creyente –y también de la iglesia– viene un tiempo en que Dios nos pone en la
prueba más ardua de fe. Es la misma prueba que Israel encaró en la parte
desértica del Jordán... ¿Cuál es esta prueba?
Es mirar a los peligros
que nos aguardan –los problemas gigantescos que encaramos, las altas murallas
de aflicción, los principados y poderes que buscan destruirnos– y lanzarnos
hacia delante dependiendo totalmente en las promesas de Dios. La prueba es para
que nos comprometamos a toda una vida de confianza y esperanza en su Palabra.
Es un compromiso de creer que Dios es más grande que todos nuestros problemas y
enemigos.
Nuestro Padre celestial
no está buscando una fe que trata con un problema en particular cada vez. El
busca toda una vida de fe, un compromiso de toda la vida para creerle a él por
lo imposible. Esa clase de fe trae una calma y un reposo a nuestras almas, no
importa cuál sea nuestra situación. Y tenemos esta calma por que ya lo hemos decidido
de una vez por todas de que, “Mi Dios es más grande. El es capaz de sacarme de
todas y cualquiera de mis aflicciones.”
Nuestro Señor es amoroso y paciente, pero él no permitirá
que su gente continúe mucho tiempo en incredulidad. Tal vez usted ha sido
tentado una y otra vez, y ahora el tiempo ha llegado que usted tome una
decisión. Dios quiere una fe que aguante la prueba más ardua, una fe que no
permitirá que nada quite tu confianza en su fidelidad.
Hay mucha teología que
envuelve el tema de la fe. Para ponerlo simplemente, no podemos conjurarla para
que venga. No podemos crearla repitiendo, “Yo creo, yo realmente creo…” No, la
fe es un compromiso que hacemos de obedecer a Dios. Mi obediencia refleja lo
que yo creo.
Cuando Israel se
enfrentó a Jericó, a las personas se les dijo que no dijeran ninguna palabra, y
que simplemente marcharan. Estos creyentes fieles no susurraron entre sí,
“Ayúdame a creer, Señor. Quiero realmente creer.” No, ellos se enfocaron en una
cosa que Dios les pidió que hicieran: obedecer su Palabra e ir hacia delante.
Eso es fe. Significa
fijar tu corazón en obedecer todo lo que está escrito en la Palabra de Dios,
sin cuestionarla o tomarla a la ligera. Y sabemos que si nuestros corazones
están determinados a obedecer, Dios se asegurará de que su Palabra para
nosotros sea clara, sin confusión. Es más, si él nos comanda hacer algo, él nos
suplirá con el poder y fuerza para obedecer: “Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)