“El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel
imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra
poderosa.” Hebreos 1:3
El verdadero poder de
la iglesia descansa en Cristo personalmente. Puede que tengas todas las
estrellas que hacen brillar la Vía Láctea con todo su brillo combinado, pero no
tienen poder para acabar con el mal ni conquistar el pecado. Las estrellas de
la iglesia brillan porque Dios las hace brillar. Su brillo no es propio, es una
luz prestada mediante la cual son radiantes. Pero el poder que vence al mal,
que cura al corazón endurecido, que penetra la conciencia y que mata al pecado
reinante, es solo del Señor. «de su boca salía una aguda espada de dos filos»
(Apocalipsis 1:16). Por lo tanto, no te gloríes en el hombre porque su poder le
pertenece a Dios.
El poder descansa en la
palabra de Cristo: «de su boca salía una aguda espada de dos filos». «El que reciba
mi palabra, que la proclame con fidelidad… afirma el Señor» (Jeremías 23:28). El verdadero evangelio perturba e inquieta
a las personas: ante el evangelio falso pueden morir para destrucción. Saca
la espada, está hecha para herir, déjala ejercer su filo saludable. El
evangelio tiene dos filos para que nadie juegue con él. Cuando alguien piense
en pasar sus dedos por el reverso de este, se cortará hasta el hueso. Ya sea
que estimemos sus amenazas o sus promesas, este corta el pecado. Sepamos por lo
tanto que el poder de la iglesia no descansa en ningún otro lugar que en la
misma Palabra mientras el propio Jesús las expresa. Sigamos, pues, su palabra
pura, no adulterada, afilada y oremos a él para que la envíe con poder de su
boca a los corazones y conciencias de los hombres.
(A través de la Biblia
en un año: Génesis 48-50)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)