“Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados
tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la
palabra de Dios” Hechos 4:31
La primera vez que el
vocalista Steve Green cantó en el Brooklyn Tabernacle, nos reunimos en mi
oficina con los pastores asociados para orar justo antes que comenzara la
reunión. Nuestra oración al unísono fue que Dios vendría a nosotros ese día.
Cuando abrimos nuestros
ojos, Steve tenía una mirada extraña en su rostro. “¿Qué fue esa vibración que
sentí?”, preguntó. “¿Hay algún tren que pasa cerca de aquí, o es que
realmente...?”
Le expliqué que, hasta
donde yo sabía, el estruendo no fue causado por el poder del Espíritu Santo;
más bien, fue el paso de un tren del metro que corre directamente debajo de
nuestro edificio.
Para la iglesia
primitiva en Jerusalén, sin embargo, el estruendo que sentían era únicamente
producido por el Espíritu. En esa
reunión de oración el poder de Dios vino de una manera fresca, nueva, más
profunda. Estas personas ya habían sido llenas del Espíritu Santo en el día
de Pentecostés (Hechos 2), pero aquí sentían una nueva necesidad y Dios la
suplió con una nueva infusión de poder.
Nuestro almacén de
poder espiritual aparentemente se disipa con el tiempo. La vida diaria, las
distracciones, y la guerra espiritual dejan sus efectos. En las palabras que
Pablo usó en Efesios 5:18, tenemos que “siempre estar siendo llenos del
Espíritu” (traducción literal).
Sea que nos llamemos
evangélicos clásicos, tradicionalistas, fundamentalistas, pentecostales o
carismáticos, todos tenemos que enfrentar nuestra falta de poder real y clamar
por una llenura fresca del Espíritu Santo. Necesitamos el viento fresco de Dios
para despertarnos de nuestro letargo. No debemos ocultarnos por más tiempo
detrás de un argumento teológico. Los días son muy oscuros y peligrosos.
JIM CYMBALA - (DEVOCIONAL
DIARIO “ORACIONES”)