"Bien he visto la aflicción de mi pueblo…y he oído su clamor (Éx 3:7)
Tú y yo vivimos en lo
que yo llamo “una hora de desesperación santa.”
Nuestra sociedad se
está deteriorando rápidamente, y crímenes horrendos ocurren con tanta
frecuencia que nos estamos volviendo insensibles a todo. Lo anormal se está
convirtiendo en normal; lo malo se está convirtiendo en bueno. Al mirar
alrededor tal vez te preguntes: “¿Cómo encajo yo en este momento en el tiempo?
¿Qué puede hacer Dios a través de mi vida? Y si Él va a hacer algo, ¿Por qué es
que mis oraciones, que yo sé que son de acuerdo a Su Palabra, aún no han sido
contestadas?”
Para ayudar a abordar
algunas de estas preguntas, observemos otro momento de la historia cuando una
hora desesperada vino sobre una nación. El libro de Primera de Samuel habla de
una época en la que no había ninguna palabra clara o visión. El sacerdocio que
se suponía representaba a Dios, en lugar de eso, era profundamente transigente
(Ver 1 Samuel 2:22-24, 3:1). El carácter, propósito y mente de Dios estaban
ocultos de la gente, lo que los dejaba sin respuestas a las preguntas en sus
corazones: “¿Qué está pasando en nuestra sociedad? ¿A dónde vamos?”
Esta situación es muy
similar a los días en que vivimos en los que parece como si la presencia de
Dios, su poder y provisión que hemos conocido a lo largo de nuestra historia,
se ha ido de repente. Parece que los enemigos de Dios ahora tienen la sartén
por el mango, dictándonos cuándo podemos orar, lo que podemos enseñar a
nuestros hijos, lo que está bien y qué está mal. Como resultado, un clamor profundo está empezando a formarse en los
corazones de las personas.
El Salmo 107 habla de
estas épocas de desesperación santa que se han repetido a lo largo de la
historia. El salmista describe un pueblo que estaba vagando, hambriento,
desmayando y en cautividad. Fue una época marcada por un manejo insensato de la
verdad de Dios. Sin embargo, es precisamente en estos momentos de desesperación
que la población en general comienza a clamar a Dios, como está comenzando a
pasar en nuestros días. Hay un clamor creciente en esta generación: un clamor
que no necesariamente se escucha con el oído natural, pero que Dios oye. Es
como el tiempo en que Él vino a Moisés y le dijo: “He oído el clamor de mi
pueblo y he descendido para librarlos” (Ver Éxodo 3:7-8). En otras palabras, he
oído sus gemidos de desesperación. Hoy el Señor escucha el clamor de aquellos
cuyos sueños han sido destrozados, de los padres cuyos hijos se han
descarriado, de los que se preguntan: “¿Qué nos pasó?”
"Bien he visto la aflicción de mi pueblo…y he oído su
clamor (Éxodo 3:7)
CARTER CONLON -
(DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


