VIDA PLENA - ¡SE ACEPTAN PECADORES!
Por Faustino de Jesús Zamora Vargas
“No he venido a llamar a justos,
sino a pecadores al arrepentimiento.” Lucas 5:32
“Pero yo soy como olivo verde en la
casa de Dios; en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.” Salmos
52:8
Desde que recibí la invitación a compartir en aquel pueblito de mar lo
que Cristo ha hecho en mi vida, intuí que algo bueno iba a aprender. La noticia
de la visita de un grupo de cristianos a aquel pequeño pueblo movilizó a la
iglesia local. Basta con la acción de unos pocos que se hayan comprometido
verdaderamente por la causa de Cristo para que el Señor se deleite en obrar en
un lugar donde habitan unos cuantos miles de ateos e inconversos a los que Dios
también ama. Una humilde iglesia nos esperaba con alegría y gozo. En la pequeña
sala de reunión, una cruz indicaba la identidad de los fieles y debajo de ella,
escrita cuidadosamente, una sentencia evangélica que estremeció mi corazón: ¡Se
aceptan pecadores!
Como el pueblo en cuestión está pegadito al mar, no son pocos los que,
según el pastor local, se acercan a la lectura y le sugieren: –Pastor, el
letrero tiene una falta de ortografía, le falta una s a la palabra pecadores;
se dice pes-ca-do-res -. Cuenta el pastor que esta “estrategia” evangelística
le ha dado buen resultado. Su congregación está formada en su mayoría por
pescadores y sus familias, a quienes él ha enseñado que no sólo eran
pescadores, sino pecadores.
Y añade el pastor: -Todavía está palabra suele ser mal entendida y
explicada. Esta es una oportunidad para decirles a las personas, con amor, la
condición en que se encuentran sin la presencia de Dios en sus vidas y para
invitarles, después de aclarar lo que es el pecado y lo que significa, que hay
esperanzas para sus vidas si se arrepienten y dan un paso de fe recibiendo al
Señor-.
Bella lección. Para pescar hombres
el Señor diseña las redes y las coloca en nuestras manos. Asume que no hay carnada más
efectiva para pescar que un testimonio que impacte al mundo porque viene de la
llenura del Espíritu. Jesús dijo: “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes,
recibirán poder y serán mis testigos…hasta los confines de la tierra” (Hechos
1.8). Él no dijo: serán mis pastores, mis maestros, diáconos o evangelistas,
sino testigos, simplemente mis testigos. Proviene de una raíz que quiere decir
“repetir, hacerlo de nuevo” (Nuevo Diccionario de la Biblia ).
La iglesia debe evolucionar y revolucionarse para lograr metas de tamaño
Dios. Según G. Barna,* los analistas estiman que nuestra cultura se reinventa a
sí misma cada 3 a
5 años. Esto significa que la iglesia debe renovarse constantemente para
ponerse a tono con su entorno porque es la única manera en que podremos
influenciar en la cultura secular y ser testigos efectivos. Claro está, sin
comprometer el mensaje de salvación que es lo único que nunca, nada ni nadie,
podrá cambiar.
Comencemos por poner un cartel en nuestro corazón: ¡SE ACEPTAN
PECADORES! ¿Más evangélico? ¡SE BUSCAN PECADORES! ¡Ah!, si alguien se acerca
interesado en el anuncio explíquele que Ud. ya no es esclavo del pecado y que
sabe confesarlos y arrepentirse delante de Dios, que lo único que lo ha hecho
especial es el amor de Cristo, que ya no tiene condenación (Por tanto, ahora no
hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a
la carne sino conforme al Espíritu. Ro 8.1) y que la sangre de Cristo fue
suficiente para limpiarnos y andar en la luz (Pero si andamos en la luz, como
Él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de
Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 Jn 1:7).
Pescamos hombres, de cualquier
condición y en cualquier circunstancia. Las redes del Señor están tejidas con hilos del cielo y
soportan el peso de toda condición pecaminosa en pescadores, ingenieros,
artistas, comadronas, poetas y políticos. La estrategia puede cambiar, la meta
no. Cristo vino a llamar a pecadores al arrepentimiento, el testigo a repetir
lo que ha aprendido del Señor y a hacer exactamente lo que Él hizo: llamar,
invitar, persuadir –motivados exclusivamente por el amor a Dios y a los demás–
para que otros crean. ¡Prepara tu cartel y clama al Señor por una buena red! ¡Dios
te bendiga!


