Muchos cristianos se
sienten aliviados al saber que no están incluidos en la lista de pecados
mortales de los que habla Pablo: “¿No
sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que
se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” (1 Cor. 6:9-10). Muchos creyentes sinceros hacen todos los esfuerzos para no
convertir Su gracia en libertinaje y aun así se dan cuenta que su caminar no
está a la altura del estándar de santidad de Dios.
Cuando leen el verso
que sigue, sienten la penetrante flecha de la verdad: “Y esto erais algunos;
mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”
(Versículo 11). De repente, recuerdan un pecado que los asedia que nunca han
sido capaces de sacudir. Piensan: “Espera un minuto, he sido liberado y
santificado, entonces ¿por qué no puedo dejar este mal hábito? ¡No estoy
verdaderamente libre!”
Quizás recientemente
has regresado a una vieja concupiscencia. A lo mejor has visitado un sitio web
pornográfico en Internet, o te involucraste en adulterio o pecado homosexual. O
quizás has robado algo de tu trabajo, o estás bebiendo a escondidas en el
camino del trabajo a la casa. Cualquiera que sea tu mal hábito, tú sabes que no
eres libre en esa área.
No te sorprendas si te comienzas a sentir como David. “Me acordaba de Dios,
y me conmovía…y desmayaba mi espíritu.”(Salmo 77:3)
Cada vez que el Señor
ve a uno de sus hijos luchando con alguna concupiscencia o atadura, Él se mueve
rápidamente para traernos de vuelta al camino de la obediencia, paz y descanso.
¿Cómo lo hace? ¡El trae condiciones a nuestra vida que nos obligan a confrontar
nuestro pecado!
A menudo esto significa
llevarnos a las profundidades, como Dios hizo con Jonás. Nos permite sentir su
reprensión y que seamos tragados por nuestras circunstancias. Finalmente cuando
Jonás estuvo en la más oscura de las profundidades clamó a Dios. ¡Y el Señor
respondió rápidamente al clamor de su siervo, restaurándolo en Sus bendiciones
y Su voluntad!
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)