“Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella
alcanzaron buen testimonio los antiguos” Hebreos 11:1-2
Uno de los más grandes privilegios de mi vida cristiana
ha sido la alegría de estar cerca y de conocer a grandes patriarcas de la fe.
Algunos de estos gigantes son muy bien conocidos, con ministerios
internacionales que llegan a millones; pero hay otros que, aunque mucho menos
conocidos, han tenido un impacto duradero en mi fe y mi ministerio.
He sido inspirado, estimulado a realizar buenas obras,
motivado y conmovido por los testimonios de estos hombres y mujeres de fe. Uno
de esos hombres con carácter de acero templado era el Pastor Bernard Sigouin.
Oh, sí que lo sé, lo más probable es que nunca hayas oído hablar de él, pero el
infierno le temía y el cielo celebra su fe.
El Pastor Bernard estaba entre aquellos creyentes que se
convirtieron al cristianismo en los años cincuenta, cuando ardían severas
persecuciones en la provincia francesa de Quebec, que en ese momento estaba
sumida en la oscuridad espiritual. Se convirtió en creyente en una de las
primeras oleadas de quebequenses que respondieron con fe al llamado de Dios
para el ministerio en nuestra nación. Él era un pastor amado y valeroso, como
también fundador y formador de muchas iglesias en esta parte de Canadá, que aun
sigue siendo considerada una de las áreas menos evangelizadas del mundo. Tuve
el honor de servir con este amado pastor cuando entró en el otoño de su
ministerio y su vida.
El Pastor Bernard y yo nos hicimos amigos, y un año antes
de su muerte yo estaba sentado con él en un restaurante desayunando; como
pastor joven me encantaba pasar tiempo con este querido pastor. Nuestra iglesia
estaba cuidando de él y yo quería hacer algo especial, quería bendecirlo. Le
dije: “Pastor Bernard, nos gustaría hacer algo por usted y su esposa. ¿Le
gustaría irse de viaje y ver el océano o algo así?”. Yo sabía que él había
pasado toda su vida en la obra de Dios y no había hecho mucho en cuanto a
actividades de recreación.
Él agarró mi mano y mirándome directamente a los ojos me
dijo: “Si quieres hacer algo por mí, ora para que Dios me dé un año más para
servirle”. Eso era todo lo que quería.
“¡Por la fe que agradaron a Dios y por la fe obtuvieron
un testimonio!”
CLAUDE HOUDE - (Devocional Diario “ORACIONES”)