Creo que las
dificultades a menudo nos sirven para llevarnos a la madurez y sacarnos de ataduras
infantiles. Considera cómo reaccionan los niños: un minuto están riendo, y al
otro están gritando. Son heridos con facilidad y lloran en demasía. Pero a
pesar de esto, los padres piadosos aman y confortan a sus hijos a través de
todas las experiencias de la vida.
De igual manera, como
cristianos, algunas veces hacemos pucheros o rabietas carnales cuando
enfrentamos tiempos difíciles. Exclamamos: “Esta bien, Dios, si esa es la
manera en que vas a tratarme, si tu vas a seguir permitiendo que me pasen cosas
malas, entonces, ¿por qué tendría que seguir orando a Ti?
Sin embargo, nuestro
Padre celestial nos ama y conforta a través de cada rabieta, cada preocupación,
cada uno de nuestros altibajos infantiles. Su gran deseo es que en medio de
nuestras pruebas comencemos a echar mano del conocimiento de quiénes somos y de
qué poseemos como Sus hijos. Él sabe que cuando somos sacudidos por el viento y
las olas de nuestras emociones, a menudo olvidamos que somos Sus hijos y
comenzamos a vivir muy por debajo de nuestros privilegios. ¡Sin embargo, su
Palabra nos dice que somos Sus herederos y coherederos con nuestro hermano
mayor, Jesús!
“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño,
en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;” (Gálatas 4:1). Pablo estaba
hablando de una costumbre Romana de la época. Un niño podía ser adoptado por un
hombre rico y entonces era puesto bajo un tutor hasta que cumpliera los ocho
años de edad. Desde de los ocho hasta los veinticinco años, el niño era puesto
bajo la autoridad de un guardián. Durante todos esos años, el niño era heredero
de una fortuna, sin embargo, virtualmente no tenía control o poder sobre su
vida.
Pablo dice que este
niño es una ilustración de aquellos que están bajo la ley. La ley es el tutor
que nos instruye en los mandamientos de Dios. Pero llega el tiempo en que la
escuela termina y tenemos que ocupar nuestro lugar como herederos de las riquezas
de Dios por medio de la gracia de Cristo. Sin embargo, muchos cristianos siguen
viviendo de acuerdo a las buenas obras y reglas sin comprender su posición como
hijos de Dios. “Cuando éramos niños, estábamos en esclavitud” (Versículo 3).
Ellos aún están sirviendo a Dios como esclavos, atados por el temor, la culpa y
la desesperación, porque no entienden su adopción.
Pablo le dice a tales
creyentes: “Aun eres niño en tus pensamientos, esforzándote bajo la esclavitud
de leyes que tú mismo estableciste. ¿No ves que ahora eres señor sobre todas
las cosas, capaz de participar en todo lo que tu Padre posee? Él te adoptó, te
amó y te puso en la escuela para prepararte”.
DAVID WILKERSON - (Devocional Diario “ORACIONES”)


