"Porque no para
siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá
perpetuamente." Salmo 9:18
La pobreza es una dura herencia; pero aquellos que confían
en el Señor son enriquecidos por la fe. Ellos saben que no son olvidados por
Dios; y aunque parezca que son pasados por alto en Su distribución providencial
de cosas buenas, esperan un tiempo cuando todo esto será enderezado. Lázaro no
siempre estará echado entre los perros a la puerta del rico, sino que tendrá su
recompensa en el seno de Abraham.
Incluso ahora el Señor recuerda a Sus hijos pobres pero
preciosos. "Yo soy pobre y menesteroso; sin embargo, el Señor piensa en
mí", dijo alguien en la antigüedad, y así es. Los pobres piadosos tienen
grandes esperanzas. Esperan que el Señor
les provea de todas las cosas necesarias para esta vida y para la piedad;
esperan que todas las cosas les ayuden a bien; esperan tener una comunión mucho
más íntima con su Señor, que no tenía dónde recostar la cabeza; esperan Su
Segundo Advenimiento, y compartir su gloria. Esta esperanza no puede perecer,
pues está puesta en Cristo Jesús, que vive para siempre; y porque Él vive, la
esperanza también vivirá. El santo pobre canta muchos himnos que el rico
pecador no puede entender. Por tanto, cuando tengamos una ración reducida,
hemos de dirigir nuestros pensamientos a la mesa real de arriba.
CHARLES SPURGEON - (Devocional "MEDITACIÓN DE HOY")


