El Espíritu Santo nos da la fuerza cuando dejamos todas
nuestras necesidades en las manos de Dios y confiamos en su poder.
Rut es un ejemplo de este tipo de confianza. Después de
que su marido murió, Rut vivió con su suegra, Noemí. Noemí estaba preocupada
por el bienestar y el futuro de Rut. Así que le aconsejó a Rut que se acueste a
los pies del acomodado Booz y le pida que cumpla su obligación hacia ella como
pariente.
Aquella noche, después de finalizar de aventar el grano,
Booz se acostó “a un lado del montón” (Rut 3:7) y se cubrió. A la mañana
siguiente, se levantó perplejo, viendo a una mujer acostada a sus pies. (No
había nada inmoral en la presencia de Rut ahí; ésta era una costumbre común en
aquellos días).
Rut le dijo: “Extiende el borde de tu capa sobre tu
sierva, por cuanto eres pariente cercano” (Rut 3:9). Ella estaba diciendo, en
esencia: “¿Aceptarás la obligación que representa ser mi pariente? ¿Me
proveerás?” Ella en realidad estaba preguntando: “¿Te casarás conmigo?”.
Esta no era una artimaña de manipulación. Rut y Noemí
habían hecho todo en el orden divino. Podemos estar seguros de ello, porque el
linaje de Cristo vino a través de Rut. Cuando Rut regresó a casa, Noemí le
preguntó: “¿Qué hay hija mía?” (Rut 3:16). Estaba preguntando, en otras
palabras: “¿Debiera llamarte Rut la novia, o sigues siendo Rut, la viuda?”.
Rut le contó a Noemí todo lo que había sucedido. Escuchen
el consejo piadoso de Noemí: “Entonces Noemí dijo: Espérate, hija mía, hasta
que sepas cómo se resuelve el asunto; porque aquel hombre no descansará hasta
que concluya el asunto hoy” (Rut 3:18). Noemí había orado acerca del asunto,
buscando la dirección de Dios, y Dios le había dado consejo. Le había hecho
recordar la ley del pariente-redentor (que era un tipo y sombra de Cristo). Así
que, Noemí tenía la confianza de que tanto ella como Rut habían hecho su parte.
Ahora era momento de quedarse quietas y confiar que Dios haga lo que había
prometido. Ella estaba diciendo: “Todo está en las manos del Señor ahora, Rut.
Sólo relájate y mantente en calma”.
La casa de Noemí se llenó de calma y paz. Nadie estaba
frenético, ni mordiéndose las uñas, ni preguntaban: “¿Lo hará Dios? ¿Cuándo
sucederá?” Estas dos fieles mujeres pudieron relajarse, cantar y alabar al
Señor por su bondad.
¿Ha orado usted? ¿Ha confiado? ¿Está listo para estar
quieto y “ver la salvación del Señor”? Él tiene todo bajo control.
DAVID WILKERSON - (Devocional Diario “ORACIONES”)