En el Día de Pentecostés, el apóstol Pedro declaró a las
multitudes en Jerusalén: "Jesús
nazareno…entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de
Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole"
(Hechos 2:22-23).
¿Qué quiso decir Pedro al decir esto? Un diccionario
griego traduce sus palabras de esta manera: "Jesús fue entregado a los
enemigos, entregado a muerte de acuerdo con el plan predeterminado de
Dios".
Qué extraño e incomprensible acto de un Padre celestial supuestamente
amoroso. ¡Dios deliberadamente entregó a su Hijo a la muerte! Era como si Él
hubiera llevado a propósito a Jesús a las manos de sus peores enemigos y les
hubiera dicho: "Aquí está Mi Hijo, hagan con Él lo que quieran".
Luego se quedó ahí, sin hacer nada para impedir que sus enemigos malvados lo
mataran. ¿Qué tipo de plan predeterminado era éste? ¿Por qué entregaría Dios a
Su propio Hijo amado a la muerte? Pedro nos da la respuesta, justamente en el
siguiente versículo: "Por cuanto era imposible que fuese retenido por ella
(la muerte)" (Hechos 2:24).
Dios sabía que era
imposible que Jesús fuera retenido de forma permanente en las garras de la
muerte. Así que no había riesgo para Él al entregar
a Su Hijo a la muerte, porque Él sabía que Jesús saldría de la tumba, como
Vencedor Glorioso sobre la muerte, ¡resucitado por el poder vivificante del
Espíritu Santo!
Es importante, sin embargo, entender los tiempos en los
que Pedro habló estas palabras. Hasta el Calvario, la muerte era algo muy
aterrador para la humanidad. Todavía estaba bajo el dominio del diablo, bajo su
gobierno y señorío; y por lo tanto era un enemigo a quien se debía temer. Dios sabía que este poder de la muerte tenía que ser
quebrantado y es por eso que Él entregó a Su Hijo a la muerte.
"Para destruir por medio de la muerte al que tenía
el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Hebreos 2:14). Dios quería
quitar el aguijón de la muerte, para romper el poder de Satanás sobre la muerte
de una vez por todas, así que Él permitió que Jesús descendiera a la muerte, a
fin de que ésta sea sorbida.
DAVID WILKERSON - (Devocional Diario “ORACIONES”)