MIS LÁGRIMAS EN SU REDOMA
Por Rosanna Ramírez de Rosario
“Mis huidas tú has contado; pon mis
lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?” Salmo 56:8
He escuchado a algunas personas decir que han tenido que beber sus
propias lágrimas, a manera de describir el dolor tan fuerte por el cual han
tenido que atravesar y dando a entender que han sufrido solas en silencio, sin
nadie a su lado para consolarlas o ayudarlas.
¿Alguna vez te has preguntado
adónde van tus lágrimas? Hoy quiero que descubramos una verdad tan
impresionante que confío en Dios que será de tanto consuelo para tu vida como
lo ha sido para mí.
El salmista inicia este verso diciéndole a Dios que Él mismo conoce sus
huidas y hasta las ha contado, es decir, lleva un registro de todos sus
lamentos, de sus aflicciones, cuando repentinamente ha tenido que escapar y
ampararse en Su Presencia.
Es aún más increíble continuar
leyendo este verso donde le suplica a Dios que ponga sus lágrimas en Su redoma. ¿Qué es una redoma? Es un
recipiente donde se conservaba antiguamente el aceite de unción usado por los
sacerdotes o para guardar perfumes y ungüentos.
Lo que nos está diciendo el pasaje aquí, es que ninguna de nuestras
lágrimas ha pasado desapercibidas, aunque nadie nos haya visto. No importa el
motivo de nuestras lágrimas, Dios fija Su vista en cada una de ellas, ya sea
por sufrimientos de enfermedades, muertes, calumnias, engaños, ofensas, maltratos,
etc. Y aún más, Él las escribe en Su libro.
¿Qué Él hará con esas lágrimas guardadas allí? Estas lágrimas son
conservadas como algo muy valioso, porque pertenecen a Sus santos y nos
amparamos en la promesa: “Y enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc 21:4).
Alguien citó una vez que, “la lágrima que hoy desciende por mi mejilla,
mañana, será la joya que adorne la corona que, gozoso, pondré a Sus pies”.
Nuestra meta aquí en la tierra debe ser que cada aflicción y prueba sirva para
traer gloria a Su nombre y ser perfeccionados en Él, porque Él no aflige ni
entristece voluntariamente a los hijos de los hombres (Lam 3:33), es decir, que
Él no lo hace para ver simplemente cómo sufrimos, sino que Él siempre tiene un
propósito en todo.
¿Qué te produce el conocer esta
verdad? ¿Tu alma no se vivifica y recobra fuerzas al conocer Su gran interés
por ti?!
Al final, cada lágrima es una bendición, es un gran motivo que nos
permite recurrir desesperadamente a los tiernos brazos de nuestro Padre eterno
para ser consoladas. David experimentó esto al recurrir a su roca de refugio,
diciendo: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las
tribulaciones.” Salmo 46:1.
A pesar de las diversas pruebas que habremos de pasar, compruebo que
Dios nos imparte una porción diaria de consolación para continuar viviendo y
disfrutando esta vida en Él, la cual debe abundar en todo tiempo en gratitud al
único y soberano Dios.