El rey David
quería edificar el templo en Jerusalén y crear una magnífica edificación para
Dios, pero el Señor le dijo que no sería él quien lo haría. En lugar de ello,
el Señor escogió a su hijo Salomón. Todos los funcionarios de Israel se
reunieron en Jerusalén y David anunció el plan de Dios. “[Dios] me ha dicho: Salomón tu hijo, él
edificará mi casa y mis atrios” (1 Crónicas 28:6).
La elección de
Dios fue clara. Parece simple, ¿verdad? David ya había recibido los planes de
construcción del mismo Dios y recolectó la mayoría de los materiales
necesarios. Todo lo que Salomón tenía que hacer era comenzar. Pero justo allí
es tan a menudo el lugar del fracaso. David entendió el desafío que enfrentaba
su hijo. A lo largo del capítulo, lo vemos animando a Salomón: “Esfuérzate, y
hazla” (v. 10). Y: “Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni
desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te
desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de
Jehová” (v. 20).
A pesar del
hecho de que Salomón fue la elección de Dios y que tenía instrucciones
completas y todos los materiales necesarios, aún tenía que superar el miedo que nos paraliza y produce que no
actuemos. El versículo 10 dice: “Y hazla”. Nadie está diciendo que no habrá
oposición ni problemas, pero es a través de la impartición de fe y confianza
del Espíritu que podemos ser valientes y avanzar con la obra que Dios nos ha
llamado a hacer.
Dios nos ha
llamado a todos a algo. Jesús dijo acerca del momento en que él regresará:
“Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo” (Marcos 13:33).
Pero debido al miedo, no siempre hemos avanzado para hacerlo.
El Espíritu
Santo es más poderoso que nuestra timidez y es más grande que nuestro miedo o
rechazo o fracaso. Su poder hace que los más débiles sean tan osados como un
león (ver Proverbios 28:1).
JIM CYMBALA – (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)