“(Jesús dijo:) El que tiene oídos para
oír, oiga.” Marcos 4:9
“Escuchad mi voz, y seré a vosotros por
Dios.” Jeremías 7:23
“Oíd, y vivirá vuestra alma.” Isaías
55:3
(Leer 2 Samuel 1 – Mateo 24:1-28 –
Salmo 20:1-5 – Prov. 8:1-11)
Podemos
escuchar muchas voces. Internet deja el campo libre a todos los discursos,
desde el más noble hasta el más vil. Pero, ¿quién querrá escuchar la voz de
Dios?
Dios nos ama y
quiere darse a conocer a cada uno de nosotros. Hace oír su voz a través de las
situaciones difíciles o excepcionales, pero también por medio de detalles: una
frase que hemos escuchado se graba en nuestro espíritu, un texto que hemos
leído nos interroga, etc. Dios se hace oír. Su voz puede ser fuerte para
obligarnos a escucharle, pero también puede ser suave, sutil, llena de gracia.
Dios nos habla una vez, dos veces... ¡debemos prestar atención! En particular
cuando una luz roja se prende en nuestra conciencia.
Él se dirige a nosotros de diversas maneras y nos
advierte, pero nos habla más directamente mediante su Palabra escrita, la
Biblia. Por medio de ella nos muestra lo que somos: pecadores que merecen su
condenación. Sin embargo, también nos da a conocer su amor, tan grande como su
justicia.
Todos aquellos
que creen en Jesús, quien murió por sus pecados y resucitó, son considerados
como justos por Dios mismo. Tienen la vida eterna. Aprenden a escuchar la voz
de Dios, la voz de un Padre fiel y cercano que los ama.
En la Biblia
Dios expone ese plan de salvación para el hombre. Leer este libro con atención,
como la Palabra de Dios, es escuchar a Dios mismo. Hagámoslo con humildad y
oración.
EDICIONES BÍBLICAS – (DEVOCIONAL “LA BUENA SEMILLA”)