“Bienaventurados los que lloran, porque
ellos recibirán consolación.” Mateo 5:4
“Dios... nos consuela en todas nuestras
tribulaciones.” 2ª Cor. 1:4
(Leer 1 Samuel 28:15-29:11 – Mateo 22:1-22
– Salmo 19:1-6 – Prov. 7:1-5)
Las
bienaventuranzas
En esta
bienaventuranza, el duelo es la tristeza que se siente y se acepta frente a
todas las circunstancias que acarrean rupturas, pérdidas irreparables, y aun la
muerte. No excluye el gozo de la vida cristiana. Esta tristeza no es debida a
los deseos insatisfechos que minan el interior de la persona y destruyen la
esperanza. El apóstol Pablo escribió: “La tristeza del mundo produce muerte”.
Pero también dice: “La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para
salvación, de que no hay que arrepentirse” (2ª Corintios 7:10). Esta tristeza,
producida algunas veces al descubrir nuestras malas tendencias, es útil y
positiva. Ella nos conduce a apartarnos del mal y a volvernos a Dios. ¡Qué
feliz ruptura!
¿Nos hemos entristecido a causa de nuestros
pecados? Los que lloran debido a sus faltas serán alentados por el único consuelo
que puede calmar la angustia: el perdón gratuito de Dios.
A veces nos
sentimos como sumergidos ante tantas injusticias y sufrimientos que hay en el
mundo. Dolernos por ello significa presentar estos casos a Cristo en nuestras
oraciones. Es el único camino de liberación del poder del mal que nos oprime.
También es un testimonio para los que nos rodean. Entonces experimentamos algo
del consuelo de Dios, mientras esperamos el momento en que la muerte, “el
postrer enemigo” (1ª Corintios 15:26), será vencida. En ese radiante día el
consuelo de Dios será completo. “Dios enjugará toda lágrima de los ojos de
ellos” (Apocalipsis 7:17).
(Continuará el
próximo lunes)
EDICIONES BÍBLICAS – (DEVOCIONAL “LA BUENA SEMILLA”)