“… Invoqué en
mi angustia al Señor, y él me oyó…” Jonás 2:2 (Leer Jonás 2:1-10)
Mi madre descubrió a mi gatita Velvet arriba de la mesa
de la cocina, devorando el pan casero. Con un suspiro de frustración, la echó
por la puerta. Horas después, buscamos sin éxito por todo el patio a la gata
desaparecida. Un débil miau se oyó con el viento; entonces, miré hacia la copa
de un álamo, donde una mancha negra se veía sobre una rama.
En su apuro por huir, Velvet escogió una solución aun más
insegura. ¿Es posible que nosotros hagamos a veces algo parecido: escapar de
nuestros errores y ponernos en peligro? Pero, aun así, Dios viene a
rescatarnos.
El profeta
Jonás desobedeció el llamado de Dios de ir a Nínive, y huyó y se lo tragó un
gran pez. «Entonces oró Jonás al Señor su Dios desde
el vientre del pez, y dijo: Invoqué en mi angustia al Señor, y él me oyó; desde
el seno del Seol clamé, y mi voz oíste» (Jonás 2:1-2). Tras escuchar el ruego
de Jonás, «mandó el Señor al pez, y vomitó a Jonás en tierra» (v. 10). De este
modo, Dios le dio a Jonás otra oportunidad (3:1).
Después de agotar los esfuerzos por bajar a Velvet,
llamamos a los bomberos. Con la escalera más larga extendida, un hombre amable
subió, sacó mi gatita de entre las ramas y la devolvió a la protección de mis
brazos.
¡Dios nos rescata de las alturas o las profundidades de
nuestra desobediencia con su amor redentor!
Señor, rescátame hoy.
La muerte de Jesús en la cruz nos rescató de nuestros
pecados.
(La Biblia en
un año: 1 Crónicas 16–18 — Juan 7:28-53)
ELM - (DEVOCIONAL
“NUESTRO PAN DIARIO")