“Me acordaba de mis cánticos de noche…” Salmo 77:6
He leído en alguna
parte acerca de un pajarito que nunca cantaba la melodía que su dueño deseaba
mientras en su jaula entraba la luz. El aprendía un poquitín de esto, otro poco
de lo otro, pero nunca una canción entera por sí mismo hasta que su jaula no
estaba cubierta y desaparecían los rayos de luz.
Muchas personas jamás
aprenden a cantar hasta que caen las sombras de la noche. El famoso ruiseñor canta
con su pechuga apoyada contra una espina. Fue durante la noche cuando se oyó la
canción de los ángeles. Fue a media noche cuando vino la voz que decía:
"He aquí, el novio viene, salid a recibirle."
Verdaderamente es dudoso
en extremo, si un alma puede realmente
conocer el amor de Dios que conforta y satisface plenamente, hasta que los
cielos están negros y nebulosos. La luz sale de las tinieblas y la mañana
nace de la noche.
James Creelman, en una
de sus cartas describe su viaje a través de los Estados Balcánicos en busca de
Natalia, la reina desterrada de Serbia.
"En aquel viaje
memorable," dice, "aprendí por vez primera, que el abastecimiento de
la esencia del perfume de rosas con que el mundo se surte, proviene de las
montañas de los Balcanes. Y, lo que más me llamó la atención," continúa
diciendo, "es que las rosas las recogen en las horas de mayor obscuridad. Los
recogedores empiezan a la una y terminan de recogerlas a las dos."
"Al principio yo
creí que esto lo hacían a dicha hora por superstición; pero empecé a investigar
sobre este pintoresco misterio y me dijeron que en experimentos científicos
recientemente realizados, se ha demostrado que el cuarenta por ciento de la
fragancia de las rosas desaparece con la luz del día."
Y en la vida, como en
la cultura humana, esto no es un pensamiento imaginativo sin base, sino que es
un hecho real. –MALCOLM J. MCLEOD.
L. B. COWMAN - (DEV. "MANANTIALES EN EL DESIERTO")
L. B. COWMAN - (DEV. "MANANTIALES EN EL DESIERTO")