“Si hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo.” Romanos 8:17
“Las inescrutables riquezas de Cristo...” Efesios
3:8
“La palabra de Cristo more en abundancia en
vosotros.” Colosenses
3:16
(Leer Levítico 1-2 – Marcos 15:21-47
– Salmo 61 – Prov. 15:29-30)
Un hombre pobre
acababa de recibir una herencia inesperada. Un tío que no tenía hijos había
muerto súbitamente y él era el único heredero. ¡De repente se había convertido
en el propietario de un castillo rodeado de un gran terreno! ¡Era rico!
Se disponía a
tomar posesión de la propiedad. Pero, intimidado, no se atrevió a ocupar el
castillo. Prefirió instalarse con su familia en una cabaña destinada al
encargado de cuidar la propiedad. El notario fue a visitarlos y estupefacto
exclamó: «Pero señor, ¡instálese en el castillo!». Le mostró el documento que
probaba que todo le pertenecía. ¡Qué lástima conformarse con una vivienda
pequeña e incómoda cuando se posee un castillo!
Al recibir a
Jesús por la fe, nos convertimos en hijos de Dios y herederos de las riquezas
divinas. Pero a menudo nuestra vida cristiana es pobre y mediocre. Nos
conformamos con saber que somos salvos, sin tomar posesión activa de las
riquezas que Jesús nos ofrece: el perdón de nuestros pecados, la benignidad
permanente de Dios, el conocimiento del Padre, el acceso a él mediante la
oración, la liberación del poder del pecado, la esperanza de la vida eterna, la
perspectiva de compartir la gloria del Hijo de Dios, ¡y todo el gozo y la paz
que Dios quiere que experimentemos desde ahora en la tierra!
El «acta notarial»
mediante la cual conocemos nuestros derechos es la Palabra de Dios. Leámosla
atentamente y descubriremos cuán ricos somos.
EDICIONES BÍBLICAS - (DEVOCIONAL "LA BUENA
SEMILLA")