“… nuestro Dios
a quien servimos puede librarnos del horno de fuego […]. Y si no, sepas, oh
rey, que no serviremos a tus dioses…” Daniel 3:17-18 (Leer Daniel 3:8-18)
A veces, la vida nos lanza un golpe tremendo. Otras, algo
milagroso sucede.
Tres jóvenes, cautivos en Babilonia, estaban parados
delante del temible rey de la tierra, y declararon valientemente que, bajo
ninguna circunstancia, adorarían la gigante imagen de oro que se elevaba frente
a ellos. Juntos, afirmaron: «He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si
no, sepas, oh rey, que no […] adoraremos la estatua» (Daniel 3:17-18).
Estos tres hombres —Sadrac, Mesac y Abed-nego— fueron
arrojados en el horno ardiente; y Dios, milagrosamente, los libró, para que
ningún cabello de su cabeza se quemara ni su ropa tuviera olor a humo (vv.
19-27). Se habían preparado para morir, pero su confianza en Dios no vacilaría…
aun si no los salvaba.
Dios desea que nos aferremos a Él… aun si no se cura un
ser amado, aun si no conseguimos trabajo, aun si no podemos evitar
persecuciones. A veces, Dios nos rescata de los peligros de esta vida; otras,
no lo hace. Pero podemos aferrarnos a esta verdad: «Dios a quien servimos puede
librarnos»; nos ama y está con nosotros en toda prueba feroz; en todo, aun si
no.
Señor, dame una fe que no vacile —y fe y esperanza para
cada día— cualesquiera que sean las circunstancias.
Dios puede.
(La Biblia en
un año: 1 Crónicas 7–9 — Juan 6:22-44)
ALYSON KIEDA - (DEVOCIONAL
“NUESTRO PAN DIARIO")