TESTIMONIO DE UN PRESO
“Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte,
aprisionados en aflicción y en hierros, por cuanto fueron rebeldes a las
palabras del Señor... Luego que clamaron al Señor en su angustia, los libró de
sus aflicciones; los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió
sus prisiones.” Salmo 107:10-14 (Lectura: Génesis 37 - Mateo 21:23-46 - Salmo
18:43-50 - Prov. 6:27-35)
El siguiente
testimonio proviene de un hombre encarcelado en Francia por haber cometido un
grave delito.
«No conocía a
Dios y menos a Jesucristo. Además, no quería oír hablar de él, porque para mí
no era más que una fábula. ¿Por qué habría permitido que perdiese a mis padres
cuando tenía cuatro años y que fuese separado de mis hermanos para tener una
vida sin sentido? Tenía sed de verdad, pero, ¿dónde hallarla en medio de tantas
religiones y fanatismo? Entonces opté por ser ateo.
Cuando creía
haber arruinado totalmente mi vida, pasó lo siguiente: Una tarde, cuando fui
transferido a otra celda, un hombre que regresaba del locutorio me preguntó:
«¿Crees en Dios?». Sin dejarse detener por mi incredulidad, me habló de Jesús
largo rato. Yo, que no soportaba oír
hablar de Dios, escuché lo que el hombre sentado frente a mí me decía. Sus
palabras alcanzaron mi corazón. Un poco más tarde, en mi celda, clamé a Dios,
le hablé, le supliqué que me perdonase y que me diese su luz y su calor. Por
primera vez en mi vida sentí su presencia. El Nuevo Testamento que aquel hombre
me dejó se convirtió en un alimento indispensable para mí. Hoy, al cumplir
dieciocho meses de estar en la cárcel, conozco a aquel que siempre se interesó
por mí, es decir, a mi Salvador Jesucristo. Mi encuentro con mi Salvador es
inolvidable, pues comprendí el sentido de la palabra libertad».
EDICIONES BÍBLICAS - (DEVOCIONAL "LA BUENA
SEMILLA")