viernes, 2 de febrero de 2018

Por amor a Dios II 2 febrero





(Leer Génesis 33; Marcos 4; Ester 9–10; Romanos 4)


La historia parece diferente en distintas culturas. No quiero decir simplemente que estas interpreten el mismo pasado de forma diferente (aunque frecuentemente es así), sino que el entendimiento de aquella puede variar de una a otra. De hecho, incluso dentro de una misma cultura pueden existir nociones contrarias de la misma.

Este asunto se ha vuelto incluso más complejo durante las pasadas décadas, debido al avance del posmodernismo y sus ideas innovadoras acerca de cómo es la historia. Este debate es muy importante, pero no vamos a detenernos en él. Nos centraremos en un escenario mayor.

Muchos griegos antiguos creían que la historia transcurría en círculos. No quiere decir que cada ciclo se repita de forma exacta, sino que existe una repetición infinita de patrones, sin culminación final, sin telos, es decir, sin propósito ni objetivo. Gran parte del naturalismo contemporáneo cree que nuestro sol acabará desintegrándose y la vida en la tierra llegará a su fin. Unos sostienen que el propio universo establecerá una distribución de energía más o menos uniforme y morirá; otros piensan que, de alguna forma, este rejuvenecerá desmoronándose y explotando de nuevo para repetir un ciclo parecido al presente. En contraste, para los departamentos de historia de las universidades, los acontecimientos a esa escala son irrelevantes. La historia, tanto si refiere a lo que ha acontecido como a nuestra reconstrucción de ella, abarca el periodo en que el hombre escribía. Todo lo anterior a este es “prehistórico”.

La Biblia tiene sus propias perspectivas acerca de la historia, y algunas de ellas no son negociables: si las perdemos de vista o las rechazamos, no comprenderemos las Escrituras en sus propios términos. Ciertamente, estas cuentan en ocasiones “lo que ha pasado” en categorías parabólicas (compárese 2 Samuel 11 y 12), en condensaciones muy selectivas (por ejemplo, Hechos 7) o en forma poética (Salmo 78). Sin embargo, lo más importante es que no entenderemos la Biblia correctamente si no comprendemos varios elementos clave de su secuencia. En la escala más amplia, la historia comienza en la creación y acaba en el telos supremo, el juicio final y el nuevo cielo y la nueva tierra. No nos movemos simplemente en círculos. En Gálatas 3 (véase la meditación del 27 de septiembre en el volumen I), el argumento de Pablo gira en torno al hecho de que la ley mosaica vino después de las promesas a Abraham. De alguna forma parecida aquí (Romanos 4), la fe de Abraham le fue reconocida como justicia antes de ser circuncidado, por lo que la circuncisión no puede ser una condición para adquirirla. Bajo las condiciones semíticas de filiación, Abraham pasa a ser el padre de todos los que creen, circuncidados o no (4:1–12). Se puede decir algo parecido de la relación de Abraham con la ley de Moisés (4:13–17). La secuencia de la historia bíblica es crucial.



DONALD CARSON A. - (DEVOCIONAL "POR AMOR A DIOS II")









TRADUCCIÓN