CAPÍTULO 5: EL USO CORRECTO DE LA VIDA PRESENTE
EVITEMOS LOS EXTREMISMOS
1. La palabra de Dios apunta al cielo
como nuestra meta, de forma que nos instruye en el uso correcto de las
bendiciones terrenales. Este tópico no debería ser desestimado en un estudio
sobre las reglas de la vida. Si hemos de vivir, hemos de usar también los
instrumentos necesarios para preservar la vida. No podemos ni aun evitar
aquellas cosas que sirven más bien a nuestros placeres que a nuestras
necesidades, de manera que debemos usarlas con una conciencia pura y observando
la moderación, ya sea que nos hayamos referido a una o la otra.
2. Esto es lo que prescribe el Señor en
su Palabra cuando enseña a sus siervos que la vida presente es como un
peregrinaje en el cual están viajando en el paso hacia el reino celestial.
Aunque esta tierra es sólo un vestíbulo del cielo, debemos, sin ningún lugar a
dudas, hacer uso de sus bendiciones, de manera que en lugar de demorarnos
durante este viaje, nos encontremos asistidos por ellas. No es, pues, sin razón
que el Apóstol Pablo nos aconseja hacer uso de este mundo como si no lo
usáramos, y comprar posesiones con el mismo estado del ánimo que cuando las
vendemos.
3. Puesto que le insinúa esta pregunta, y
corremos el peligro de caer en dos errores opuestos, intentemos proceder en un
terreno firme, de modo que evitemos los dos extremos. Algunas personas buenas y
santas han visto cómo la intemperancia y la vida lujuriosa conducen al hombre a
derribar una y otra vez cualquiera barrera de restricción, a menos que éste sea
refrenado por una extrema severidad. En su deseo de corregir este mal tan pernicioso,
dichas personas adoptaron el único método que según ellos encajaban en estas
circunstancias; permitir las bendiciones terrenales solamente cuando fueran una
necesidad absoluta. Este consejo mostraba las mejores intenciones, pero era
demasiado rígido, ya que sus defensores cometieron el peligroso error de
imponer en las conciencias de los demás unas reglas más estrictas que aquellas
expresadas en la Palabra del Señor. Restringiendo al pueblo dentro de las
demandas de la absoluta necesidad, se abstuvieron de todo lo que les fue
posible. De acuerdo a lo que ellos afirman, es apenas permisible comer o beber
nada sino pan y agua. Otros siguen una rigidez aún más absoluta, como Crates de
Tebas, de quien se dice que tiró sus tesoros al mar por el temor de que si no
eran destruidos, él mismo sería arruinado por ellos.
4. Por otra parte, hoy día hay mucha
gente que busca un pretexto para excusar su intemperancia en el uso de las cosa
externas, y que sin embargo es totalmente indulgente en las concupiscencias de
la carne. Esta gente toma por hecho que la libertad no debe ser restringida por
ninguna clase de limitaciones, pero nosotros no podemos estar de acuerdo con
este pensamiento. Su proclamación dice que todo debe dejarse a la conciencia de
cada individuo, para usar según lo que cada uno piensa para sí.
5. Debemos dar por sentado que en
realidad este pensamiento no es correcto. Tampoco es justo vincular la
conciencia de los demás con estas reglas tan duras. Sigamos en nuestra conducta
los principios generales que la Escritura establece para el uso legal de
ciertas cosas. (Ver 1ª Cor. 7: 30-31)
JUAN CALVINO - (DEV. "EL LIBRO DE ORO DE LA VERD.")