“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en
el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.” Efesios 6:10-11
Cuando era niño, mi
padre y yo veíamos el box en la televisión. Después de pasar por el ritual de
golpear al aire, patear con sus pies y poner resina en sus zapatos, uno de los
luchadores se arrodilló en la esquina y se persinó. Le pregunté a mi padre si
eso ayudaba, él dijo "claro que sí si sabe pegar, si no sabe pegar, no
sirve de nada".
Eso ilustra el punto
que tocamos ayer y lo exploraremos más hoy: la parte de Dios y nuestra parte en
la guerra espiritual. Muchos cristianos creen que la victoria espiritual viene
simplemente al rendirse completamente a Dios. Citan versículos como 2 Crónicas
20:15 para apoyar su punto de vista: "la batalla no es tuya sino del
Señor" "deja de luchar y esforzarte", ellos dicen. "En
lugar de ello, ríndete y entrégate totalmente a Dios. Él pelea y da la
victoria".
A tales personas se les
conoce como quietistas porque ven el papel del cristiano en la guerra
espiritual como pasivo o quieto. Su himno es dejar ir y dejar a Dios. Pero la Escritura da un punto de
vista muy diferente del rol del creyente. Muestra la vida cristiana como una
guerra, una carrera y una pelea. Dependemos
de la energía, poder y fortaleza de Dios, pero no somos pasivos de ninguna
manera. Se nos manda abocarnos a las buenas obras, a resistir al diablo, a
traer nuestros cuerpos en sujeción, a caminar en sabiduría, a perseverar hacia
el premio, a limpiarnos de toda inmundicia de la carne y el espíritu, a
ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor y perfecta santidad en el
temor de Dios. Esos son llamados a la acción ferviente.
En Efesios 6:10-11
Pablo dice "fortaleceos en el poder de Su fuerza y vestíos de toda la
armadura de Dios". Ese es el equilibrio. Dios suple los recursos, nosotros
el esfuerzo.
JOHN MACARTHUR - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)
JOHN MACARTHUR - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)