“A la hora novena Jesús clamó a gran voz,
diciendo... Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Marcos 15:34 (Leer:
Génesis 38 - Mateo 22:1-22 - Salmo 19:1-6 - Proverbios 7:1-5)
Las siete expresiones de Jesús en la cruz (4)
Durante las
primeras tres horas de su crucifixión, Jesús permaneció mudo ante los que se
burlaban de él y lo desafiaban. Unas tinieblas sobrenaturales invadieron
entonces el país. ¡Las burlas cesaron, el mundo se silenció! Dios puso un velo
sobre el sufrimiento de su Hijo.
Al final de
esos sufrimientos, Jesús clamó con una voz potente: “Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?”. Esta expresión traducía una soledad espantosa... ¡Qué
expresión misteriosa y solemne!
Algunas horas
antes de la crucifixión, Jesús había aceptado cargar con nuestros pecados: “La
copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”. En la cruz Jesús sufrió el
juicio de Dios por nuestros pecados.
Solo Dios sabe
qué sintió Jesús en ese momento. Y
nosotros, con respeto y emoción, impelidos por su clamor lleno de dolor,
adoramos. Solo, abandonado por Dios, por quien su amor y su obediencia
nunca habían vacilado, tuvo que clamar: “¿Por qué me has desamparado?”.
Jesús fue
abandonado por usted y por mí. Soportó en nuestro lugar las consecuencias de
nuestro rechazo a Dios. “Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero” (1ª Pedro 2:24). “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ª Pedro 3:18).
Esta expresión
de Jesús es central. Cristo, el único hombre perfecto, fue abandonado, pero
esto permitió que multitudes de pecadores se arrepintiesen y recibiesen el
perdón de sus pecados y la vida eterna.
(Continuará el
próximo domingo)
EDICIONES BÍBLICAS - (DEVOCIONAL "LA BUENA SEMILLA")