domingo, 4 de febrero de 2018

El clamor de supremo sufrimiento 4 febrero





“A la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo... Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Marcos 15:34 (Leer: Génesis 38 - Mateo 22:1-22 - Salmo 19:1-6 - Proverbios 7:1-5)


Las siete expresiones de Jesús en la cruz (4)


Durante las primeras tres horas de su crucifixión, Jesús permaneció mudo ante los que se burlaban de él y lo desafiaban. Unas tinieblas sobrenaturales invadieron entonces el país. ¡Las burlas cesaron, el mundo se silenció! Dios puso un velo sobre el sufrimiento de su Hijo.

Al final de esos sufrimientos, Jesús clamó con una voz potente: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Esta expresión traducía una soledad espantosa... ¡Qué expresión misteriosa y solemne!

Algunas horas antes de la crucifixión, Jesús había aceptado cargar con nuestros pecados: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”. En la cruz Jesús sufrió el juicio de Dios por nuestros pecados.

Solo Dios sabe qué sintió Jesús en ese momento. Y nosotros, con respeto y emoción, impelidos por su clamor lleno de dolor, adoramos. Solo, abandonado por Dios, por quien su amor y su obediencia nunca habían vacilado, tuvo que clamar: “¿Por qué me has desamparado?”.

Jesús fue abandonado por usted y por mí. Soportó en nuestro lugar las consecuencias de nuestro rechazo a Dios. “Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1ª Pedro 2:24). “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ª Pedro 3:18).

Esta expresión de Jesús es central. Cristo, el único hombre perfecto, fue abandonado, pero esto permitió que multitudes de pecadores se arrepintiesen y recibiesen el perdón de sus pecados y la vida eterna.

(Continuará el próximo domingo)



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TRADUCCIÓN