“Pero alégrense
todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los
defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre. Porque tú, oh Jehová,
bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor.” Salmo 5:11-12
¿Alguna vez has pensado que Dios tiene favoritos? Algunas
historias en la Biblia pueden dar esa impresión. Veamos por ejemplo a María.
Cuando el ángel Gabriel se presentó ante ella, le dijo: “¡Salve, muy
favorecida! El Señor es contigo.” (Lucas 1:28). Otro ejemplo es Moisés. Dios
solía hablar con él “cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.” (Éxodo
33:11). Y por supuesto también está Samuel, el cual “creció, y Jehová estaba
con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.” (1 Samuel 3:19).
¿Acaso no es esto favoritismo? En realidad no lo es, aunque pueda parecerlo. En
su soberanía, Dios puede dar o quitar su favor conforme a su voluntad, pero
esto no sucede arbitrariamente. Lo cierto es que el favor de Dios está
disponible para todos. Entonces, ¿quienes obtienen el favor de Dios?
El pasaje de hoy expresa con toda claridad las
características de aquellos que reciben las bendiciones y el favor de Dios. En
primer lugar confían en el Señor. También aman su nombre. Y son justos.
"Justo" es aquel que vive según los principios de Dios, cuyas acciones
están de acuerdo al corazón del Señor. A estos Dios los defiende y los rodea de
su favor, dice el salmista. Y esto tiene toda la lógica del mundo. A través de
toda la Biblia, de Génesis a Apocalipsis, Dios constantemente invita a todos a
venir a él en busca de su favor, pero él no fuerza a nadie a aceptar su
invitación. Aquellos que se acercan a él serán bendecidos. Los que se alejan de
él no podrán recibir su bendición.
En Éxodo 19:5 Dios se dirige al pueblo de Israel por
medio de Moisés, y les dice: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y
guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los
pueblos; porque mía es toda la tierra.” Este es un precioso ofrecimiento lleno
del amor de Dios, pero aquel pueblo
rebelde prefirió tomar sus propios caminos en lugar de seguir la dirección
indicada por el Señor. Varios siglos después, Dios se dirige a este pueblo
de nuevo, esta vez cautivos en Babilonia, y les dice: “¡Oh, si hubieras
atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia
como las ondas del mar. Fuera como la arena tu descendencia, y los renuevos de
tus entrañas como los granos de arena; nunca su nombre sería cortado, ni raído
de mi presencia.” (Isaías 48:18-19). Si le hubieran obedecido, hubieran disfrutado
de la paz y el amor de Dios y hubieran sido colmados de muchas bendiciones.
Pero no lo hicieron.
Muchos siglos después, Jesús también hizo una invitación
a aquel pueblo judío para que viniesen a él, y él les daría paz y descanso para
el alma. Dijo el Señor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28). Y asimismo más tarde se lamentaba del
rechazo de que fue objeto: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y
apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos,
como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo
23:37). De nuevo el llamado de amor de parte de Dios. Una vez más el rechazo de
parte del hombre.
El concepto de aquel pacto original con su pueblo aún
está vigente en la mente de Dios, y ahora podemos verlo realizado en nosotros a
través del nuevo pacto, la sangre preciosa de Cristo derramada en la cruz del
Calvario. El favor de Dios, su misericordia y su infinito amor son para todos aquellos
que eligen buscar su presencia y obedecer sus mandamientos. En el Salmo 25:14
leemos que "la comunión íntima del Señor es con los que le temen, y a
ellos hará conocer su pacto." Y el Salmo 37:4 declara: "Deléitate
asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón."
¿Quieres estar entre los “favoritos” de Dios? La palabra
de Dios es clara y precisa. Busca su rostro cada día en oración, escudriña su
palabra, sigue sus instrucciones, y su favor será contigo siempre.
ORACIÓN: Padre santo, gracias por tu invitación a acercarnos a ti
para disfrutar de tus bendiciones. Te ruego me ayudes a ser constante en mi
tiempo de oración y comunión contigo, y que yo pueda deleitarme en tu santa
presencia cada día de mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")