“Venid
luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la
grana, como la nieve serán emblan-quecidos; aunque sean rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana. Si queréis y escucháis, comeréis de lo mejor de
la tierra; si no queréis y sois rebeldes, seréis consumidos a espada”. La boca
de Jehová lo ha dicho.” Isaías
1:18-20 (Lea: Isaías 1:16-31)
Cuando leemos
Isaías 1, hay un problema que es evidente inmediatamente. El análisis que Dios
hace de la raza humana es que estamos fundamentalmente corrompidos con
egocentrismo por lo que no queremos hacer aquello que es bueno. Sólo queremos
ministrarnos a nosotros mismos y a nuestras propias vidas. Como solución, Dios
dice en el versículo 16: “Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras
obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo”. Pero la pregunta se
presenta de nuevo: ¿Cómo puede la gente malvada hacer cosas buenas?
Esta pregunta
se contesta en los versículos 18
a 20. No se puede decirlo de forma más simple. No hay
ayuda en el hombre en sí. No podemos sanarnos a nosotros mismos. Necesitamos
hacer más que cambiar nuestros hábitos. Nosotros mismos necesitamos cambiar, y
ese cambio sólo puede ocurrir en una relación con el Dios viviente.
Estas son las
buenas nuevas; este es el evangelio. Anhela la venida del Señor Jesucristo y el
derramamiento de Su sangre, el que Él tome nuestro lugar para que Dios ponga
nuestros pecados sobre Él y así permitir que Jesús nos dé el don de la justificación
para que nuestros corazones sean cambiados. El egoísmo no se quita, sino que es superado por el don del amor.
Un viejo himno que solíamos cantar en la escuela dominical decía esto muy bien:
¿Qué me puede
dar perdón?
Sólo de Jesús
la sangre.
¿Y un nuevo
corazón?
Sólo de Jesús
la sangre.
Precioso es el
raudal
Que limpia de
todo mal;
No hay otro
manantial
Sólo de Jesús
la sangre.
Isaías es fiel
a su nombre: “Dios salva”, “Yahveh salva”. Sólo Él lo puede hacer. Hay algunos
que han intentado limpiar sus vidas. Cada tanto tiempo la gente tiene el deseo
que dejar de hacer aquellas cosas que obviamente le hacen daño a sí mismo y a
otros. Pero parece que nunca funciona. Quizás dejen de hacerlo por un tiempo,
pero entonces otro mal hábito sale a la superficie, y pronto regresan a las
viejas maneras. No hay ningún poder para cambiar. Pero el evangelio, las bellas
buenas nuevas, es que Dios ha encontrado la manera para derrumbar el problema
humano, para darnos un corazón cambiado y para enseñarnos una nueva forma de
vivir.
ORACIÓN. Gracias, Padre nuestro, por esta maravillosa palabra franca, y por las buenas nuevas que no somos dejados en nuestra triste y miserable condición. Gracias porque te has abierto camino en nuestras vidas por medio del Señor Jesús, por Su muerte y resurrección, y porque Tu morada en nosotros nos hace distintos.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. Al enfrentarnos con el hecho de nuestro propio egoísmo, ¿intentamos “sellar la disputa” por nuestro propio esfuerzo? ¿Estamos aprendiendo a celebrar el poder que tiene el evangelio para liberarnos?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU PRESENCIA")
ORACIÓN. Gracias, Padre nuestro, por esta maravillosa palabra franca, y por las buenas nuevas que no somos dejados en nuestra triste y miserable condición. Gracias porque te has abierto camino en nuestras vidas por medio del Señor Jesús, por Su muerte y resurrección, y porque Tu morada en nosotros nos hace distintos.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. Al enfrentarnos con el hecho de nuestro propio egoísmo, ¿intentamos “sellar la disputa” por nuestro propio esfuerzo? ¿Estamos aprendiendo a celebrar el poder que tiene el evangelio para liberarnos?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU PRESENCIA")