“En seguida
Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra
ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió
al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.” Mateo
14:22-23
Muchos problemas se estaban acumulando alrededor de la
vida de Jesús en aquellos momentos. Justo antes de esta situación, él había
alimentado a una multitud de más de cinco mil personas con sólo cinco panes y dos
peces. Entonces la multitud intentó tomarlo a la fuerza y hacerlo rey aun en
contra de su voluntad, por lo que el Señor se apartó de ellos apresuradamente.
(Juan 6:15). A esto se unía la constante hostilidad de los judíos religiosos y
las acusaciones de todo tipo que recibía continuamente. Diariamente sufría
desilusiones, le afectaban la hipocresía y la maldad de este mundo, le
angustiaba ver a los falsos maestros engañando al pueblo y sentía lástima y
compasión por las multitudes “porque estaban desamparadas y dispersas como
ovejas que no tienen pastor.” (Mateo 9:36). Ciertamente Jesús tenía muchos
problemas en su mente y muchas cargas en su corazón. Y en su condición humana
sentía una gran presión sobre él.
Sin duda necesitaba apartarse del mundo por un rato y en
la soledad buscar el rostro de su Padre y la inefable paz de su presencia. Así
es que “subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí
solo.” Allí permaneció en íntima comunión con Dios por varias horas hasta que,
“a la cuarta vigilia de la noche”, es decir entre las 3 y las 6 de la madrugada
acudió en ayuda de sus discípulos los cuales se encontraban luchando con un mar
embravecido. (Mateo 14:24-27). Con frecuencia Jesús se apartaba, ya sea por la
noche o de madrugada, a orar en busca de esa preciosa paz que sólo viene de
Dios.
Estando el apóstol Pablo preso en una cárcel romana,
rodeado de incomodidades, pasando hambre, siendo humillado y torturado, y
esperando ser ejecutado de un momento a otro, escribió una carta a los cristianos
de Filipos, alentándolos de esta manera: “Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses
4:6-7). Sin duda Pablo estaba bajo tremenda presión. Y encontraba paz y
tranquilidad pasando tiempo en oración.
En el mundo tan complejo en que vivimos, enfrentarse a
las demandas diarias puede afectar nuestras vidas profundamente. Las tensiones,
las preocupaciones relativas al trabajo, las dificultades económicas y los
problemas familiares nos llevan muchas veces a un punto cercano a la
desesperación. Debemos crear el hábito de apartarnos y pasar tiempo a solas con
nuestro Padre celestial. Es muy importante permanecer un rato en silencio y
simplemente escuchar a Dios. Ese tiempo de intimidad con el Señor siempre tiene
un impacto profundo en nosotros haciendo cambios en nuestras vidas, unos sutiles,
otros más profundos.
Primeramente la paz y el amor de Dios comienzan a llenar
nuestros corazones, las presiones comienzan a disiparse y obtenemos un claro
entendimiento de cómo lidiar con todos esos problemas. Después empezamos a ver
las cosas desde la perspectiva de Dios y sentimos el deseo de interceder por
los demás y ser instrumentos de bendición en manos del Señor. Muy pocos conocen
el maravilloso efecto de sumergir sus almas en un tiempo de silencio y
compenetración íntima con Dios. Ciertamente tenemos que hacer un esfuerzo para
pasar esos ratos de comunión con el Señor y simplemente dejar que nuestros
espíritus se "empapen" de su presencia mientras, en silencio,
escuchamos su voz.
Esta debe ser tu actitud ante las presiones: confía en el
Señor y déjalas en sus manos. Quizás al principio tus pensamientos y
preocupaciones traten de interferir en tu intento de establecer una
comunicación con Dios, pero persiste y poco a poco el Espíritu Santo te irá
llevando a niveles espirituales cada vez más profundos en los que podrás
experimentar la dulce presencia del Señor.
ORACIÓN: Padre mío, en medio de las presiones de este mundo
necesito llenarme de la paz de tu Santo Espíritu. Ayúdame a pasar cada vez más
tiempo en tu santa presencia y capacítame para permanecer en silencio y
escuchar claramente tu voz. En el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")