“Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para
avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a
lo fuerte.” 1ª Corintios 1:27 (Leer: 1ª Corintios 1:26-31)
Hay una
realidad que pocos han entendido: la obra de Dios no la realizan personas
extraordinarias, sino personas ordinarias comprometidas con Dios. El ser humano
está lleno de excusas y temores, entre ellos podemos contar los siguientes: “No
soy nada, no tengo dones, muchas veces he fracasado en mis intentos de servirle
a Dios, ¿en verdad Dios quiere usarme?”
Estas son las
mismas preguntas que se han hecho las personas a través de los años, siglos y
milenios. Hoy la respuesta sigue siendo la misma y la encontramos en la Palabra
de Dios: Él usó a Moisés, un hombre indeciso, que no era capaz de expresarse y
que no se consideraba el más apto para cumplir con el propósito para el cual
Dios lo estaba llamando; dirigirse al lugar de donde había huido 40 años atrás,
por asesinar a un hombre (Ex. 2:11-15), y liberar a su pueblo (Éxodo 3:13;
4:10).
Siglos más
tarde, Dios usó hombres comunes: pastores de ovejas, pescadores, recaudadores
de impuestos, etc., quienes realizaron su obra y registraron sus palabras; no
olvidemos que un carpintero y una joven muchacha, criaron a su hijo.
Esta es la forma en la cual Dios actúa, aunque hoy
tengamos a nuestro alcance métodos masivos y espectaculares como medios de
comunicación: TV, radio, redes sociales, etc.; sigue siendo la gente ordinaria
la que hace posible que estos medios extraordinarios funcionen. Por ejemplo,
podría ponerse en riesgo la transmisión de un evento en vivo, si el
electricista no se asegura que el enchufe donde se conectan los servidores Web funciona
correctamente, o si la secretaria olvida enviar los permisos legales, para
efectuar un evento donde se predicará la Palabra de Dios y se compartirá el
evangelio.
El mundo está
lleno de ejemplos de héroes “invisibles”, como la abuela que cada día ora por
sus nietos y cada vez que los ve les recuerda que Jesús debe ser su Señor y
Salvador, o la mujer que está involucrada en un ministerio de alimentación, que
además brinda consejos y materiales que explican el evangelio a personas en
pobreza. O aquellos quienes en secreto apoyan ministerios que llevan la Palabra
de Dios a otros. Durante miles de años Dios ha utilizado a personas ordinarias
como tú o como yo, ¿por qué habría de detenerse ahora?
1. La próxima vez que te preguntes,
¿Desea Dios usarme realmente? La respuesta es un profundo y enfático ¡SÍ! “y lo
débil del mundo ha elegido Dios para avergonzar a lo fuerte” (1ª Cor. 1:27).
2. Se buscan personas ordinarias para
hacer una obra extraordinaria.
MD/HG -
(DEVOCIONAL DIARIO “MI DEVOCIONAL”)