“Maestro, ¿cuál
es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y
grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo.” Mateo 22:36-39
Cuando un intérprete de la ley le preguntó a Jesús cuál
era el principal mandamiento en la ley, él le respondió que amar a Dios por
sobre todas las cosas, e inmediatamente después le dijo que el segundo
mandamiento era semejante, es decir tan importante como el primero: “Amarás a
tu prójimo como a ti mismo.” Para Dios es de suma importancia que nos amemos
los unos a los otros. Tan importante como que le amemos a él. De hecho, el
fundamento básico de la vida cristiana consiste en amar a Dios y al prójimo. Si
no actuamos de esta manera algo anda mal, y la Biblia nos llama mentirosos. Así
dice 1ª Juan 4:20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es
mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a
Dios a quien no ha visto?”
Es el Espíritu Santo quien pone el amor de Dios en
nuestros corazones. El apóstol Pablo escribió en su carta a los Romanos:
“Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:5). Una vez que este amor ha sido derramado
en nuestros corazones, deliberadamente comenzamos a identificarnos con los
intereses y propósitos de Jesucristo en las vidas de otros. El resultado obvio
de este proceso es sentir el deseo de obedecer los mandatos del Señor. Entre
ellos que nos amemos unos a los otros. Así nos dice en Juan 13:34-35: “Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también
os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros.”
Después de su conversión, Pablo fue un hombre entregado
totalmente al servicio del Señor y por dondequiera que iba compartía con todos
el amor que Dios había puesto en su corazón. En su carta a los Efesios, por
ejemplo, los exhortó a que mostraran el amor de Dios “soportándoos con
paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz.” (Efesios 4:2-3). Los cristianos deberíamos
siempre seguir su ejemplo pero muchas veces nos concentramos sólo en nuestros
propios asuntos, por lo que los demás no pueden ver reflejado en nosotros el
amor de Dios.
Tenemos que luchar contra la tendencia humana que nos
mueve a buscar las cosas cuyos beneficios son estrictamente materiales, y
enfocarnos en las cosas espirituales que agradan a Dios. Debemos hacer una
prioridad pasar un tiempo a solas diariamente con el Señor, orando, leyendo la
Biblia y meditando en lo que leemos. Si somos constantes, en nuestros corazones
nacerá el deseo de mostrar la luz, la paz y el amor de Jesucristo al mundo que
nos rodea que tan necesitado está de la gracia de Dios.
A nuestro alrededor hay personas con necesidades de todo
tipo. También en la televisión vemos casi a diario noticias de tragedias que
ocurren alrededor de todo el mundo. Víctimas de guerras, o terremotos, o
grandes incendios, o inundaciones o accidentes. Nuestros corazones se oprimen
ante tanta desgracia y sentimos lástima por ellos, pero, ¿hemos hecho algo por
mostrarles el amor del Señor? No solamente debemos orar pidiendo a Dios que los
ayude, sino también debemos mostrarle el amor de Cristo ayudándolos de alguna
manera.
Para aquellos que están lejos, podemos contribuir con
ayuda material a través de las diferentes organizaciones que se encargan de
llevarles un poco de alivio en medio de su dolor y sufrimiento. No es necesario
hacer una donación grande, pero hazte el propósito de donar algo aunque te
resulte un pequeño sacrificio hacerlo. Hazlo en el nombre del Señor, pues él no
lo va a pasar por alto, y recibirás muchas bendiciones. Así dice la Biblia en
Colosenses 3:23-24: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el
Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de
la herencia, porque a Cristo el Señor servís.”
ORACIÓN: Padre celestial, te doy gracias por el amor que has
derramado en mi corazón por medio de tu Santo Espíritu. Por favor ayúdame a
mostrarlo con hechos a aquellos que están en necesidad en estos momentos, para
que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")