CAPÍTULO 2:
AUTO NEGACIÓN
NO NOS
PERTENECEMOS, SOMOS DEL SEÑOR.
1. La ley divina contiene un plan
adecuado para la regulación de nuestra vida; pero nuestro Padre celestial ha
querido dirigir a los hombres por medio de un principio clave excelente. Es el
deber de todo creyente presentar su cuerpo como un sacrificio vivo, Santo
aceptable a Dios, como indica la Escritura. En esto consiste la verdadera
adoración. El principio de la santidad nos lleva a la siguiente exhortación:
“No os adaptéis a las formas de este mundo, sino transformaos por medio de la
renovación de nuestra mente, para que comprobéis cual es la voluntad de Dios;
lo bueno que le agrada y lo perfecto” (Rom. 12:2). Es muy importante que
estemos consagrados y dedicados al Señor, pues eso significa que pensamos,
hablamos, meditamos o hacemos cualquier cosa teniendo como motivo principal la
gloria de Dios. Recordemos que aquello que es sagrado no puede aplicarse a usos
impuros sin cometer una seria justicia y agravio a Dios.
2. Si no somos nuestros pertenecemos al
Señor, debemos huir de aquellas cosas que le desagradan y encausar nuestras
obras y nuestros hechos a todo aquello que Él aprueba. Basándonos en el hecho
de que no nos pertenecemos, tendríamos que aceptar que ni nuestra razón ni nuestra
voluntad deberían guiarnos en nuestros pensamientos y acciones. Si no somos
nuestros, no hemos de buscar satisfacer los apetitos de nuestra carne. Si no
somos nuestros, entonces olvidémonos de nosotros mismos y de nuestros intereses
todo cuanto nos sea posible. Pertenecemos a Dios; por lo tanto, dejemos de lado
nuestra conveniencia y vivamos para Él, permitiendo que su sabiduría guíe y
domine todas nuestras acciones. Sí pertenecemos al Señor, dejemos que cada
parte de nuestra existencia sea dirigida hacia Él. Esa debe ser nuestra meta
suprema.
3. ¡Cuánto ha avanzado aquel hombre que
ha aprendido a no pertenecerse a sí mismo, ni a ser gobernado por su propia
razón, sino que rinde y somete su mente a Dios! El veneno más efectivo que
lleva a los hombres a la ruina es el hecho de jactarse en sí mismos, en el
poder y sabiduría humana. La única salida para zafarse de este auto engaño es
sencillamente seguir la guía del Señor. Nuestro primer paso debería ser el de
aplicar todo nuestro poder al servicio del Señor.
4. El servicio del Señor no solo implica
una autentica obediencia, sino también la voluntad de poner aparte los deseos
pecaminosos y rendirse completamente la liderazgo del Espíritu Santo. La
transformación de nuestras vidas por medio del Espíritu Santo es lo que Pablo
llama la renovación de la mente. Este es el verdadero principio de la vida, el
cual los filósofos de este mundo desconocen. Los filósofos paganos ponen la
razón contra la única guía de la vida, de la sabiduría y la conducta, pero la filosofía
cristiana nos demanda que rindamos nuestra razón al Espíritu Santo, lo que
significa que ya no vivimos más para nosotros mismos, sino que Cristo vive y
reina en nuestro ser. (Ver Rom. 12:1; Efe. 4:23; Gál. 2: 20).
JUAN CALVINO - (DEV. "EL LIBRO DE ORO DE LA
VERD.")