“… su estrella
hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” Mateo 2:2 (Leer: Mateo 2:1-12)
Un matrimonio joven tenía más amor que dinero. Al
acercarse la Navidad, ambos se esforzaban por encontrar un regalo que
demostrara cuánto se amaban el uno al otro.
Por fin, la víspera de Navidad, Della vendió su larga
cabellera para comprarle a Jim una cadena de platino para el reloj que él había
heredado de su padre y su abuelo.
Sin embargo, Jim acababa de vender el reloj para comprar
unas costosas peinetas para el cabello de Della.
El escritor O. Henry tituló la historia de esta pareja El
regalo de los Reyes Magos.
Su obra sugiere que, aunque esos regalos no sirvieron
para nada y tal vez los hicieron sentir tontos esa mañana de Navidad, su amor
los colocó entre las personas más sabias que hacen regalos.
Cuando los magos de la historia de la primera Navidad
llegaron a Belén con regalos de oro, incienso y mirra, quizá algunos los
consideraron tontos (Mateo 2:11). No eran judíos, sino extranjeros, gentiles;
personas que no comprendían cuánto perturbarían la paz de Jerusalén al
preguntar sobre un rey de los judíos recién nacido (v. 2).
Como en la historia de la pareja, los planes de los magos
no salieron como esperaban, pero sí dieron lo que el dinero no puede comprar:
adoraron a aquel que sería el máximo sacrificio de amor por ellos… y por
nosotros.
Señor, ayúdame a dar lo que el dinero no puede comprar.
El regalo de la gracia de Dios no tiene precio.
(La Biblia en
un año: Génesis 16–17 — Mateo 5:27-48)
M.R. DEHAAN -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")