“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da
por las ovejas... Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me
conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y pongo mi vida por
las ovejas.” Juan 10:11, 14-15 (Lea: Juan 10:1-21)
La principal
característica del Buen Pastor es que nos ama hasta la muerte y está dispuesto
a morir por las ovejas. Los discípulos no pudieron realmente entender el hecho
de que Jesús les amaba tanto que estaba dispuesto a morir por ellos. Muchas de
las epístolas de Pablo, de Juan, de Santiago y de Pedro contienen referencias
asombrosas sobre esto. Juan escribe en el Apocalipsis, diciendo: “Al que nos
ama, nos ha limpiado de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5b).
Pablo dice en Romanos: “Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que
siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Pedro dijo: “Él
mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1ª Pedro 2:24). El
escritor de los Hebreos declara: “mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14b). Ellos están asombrados de que el
Bendito, el Señor que no tiene pecado, este Cristo incom-parable, estuviese
dispuesto a morir por los Suyos. Pero esta es la marca del Buen Pastor.
¡Qué enorme
contraste con el asalariado! ¿Qué es lo que quieren de nosotros todas estas
voces religiosas que escuchamos? Quieren algo para sí mismos. Consideran el ser
pastor como algo de lo que ellos se pueden aprovechar, algo para ser usado con
el fin de avanzar y prosperar ellos mismos. Cuando las ovejas se encuentran en
una situación problemática, cuando viene el enemigo, cuando les ataca el lobo
(el demonio), huyen, dejando a las ovejas que cuiden de sí mismas.
Jesús declara
que el propósito de poner Su vida es compartir esa vida con las ovejas. Fíjese
el lector cómo lo expresa: “Yo soy el buen pastor... conozco mis ovejas, y las
mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre”.
Cuando yo era
un niño pequeño creciendo, anhelaba siempre tener un padre. Mi padre se marchó
de casa cuando yo tenía sólo 10 años. Durante todos estos años, no recuerdo si
mostró alguna vez el menor afecto hacia mí. No era cruel; sencillamente hacía
caso omiso de mí. Es por esto que cuando yo era niño, me sentí siempre sensible
cuando veía a un padre y un hijo juntos compartiendo el amor que sentían el uno
por el otro. Dios me ha dado cuatro preciosas hijas a las que quiero, pero
también en Su misericordia y gracia, ha permitido que pasen muchos jóvenes por
mi vida que han sido como hijos para mí. Ha sido una rica experiencia conocer y
querer a estos formidables jóvenes y a mis propias hijas.
Es acerca de
esto de lo que habla Jesús aquí, de la intimidad del compañerismo, de esa belleza
de la vida que era evidente en Jesús al amar al Padre y el Padre amarle a Él.
Esto, nos promete, es lo que nosotros gozamos como resultado de que Él pusiera
Su vida por nosotros: la riqueza del compañerismo, esa belleza de la vida que
nos imparte Este que estuvo dispuesto a poner Su propia vida para que nosotros
pudiésemos tener vida.
ORACIÓN. Que el Dios de paz, que resucitó de los
muertos a mi Señor Jesucristo, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre del
pacto eterno, me haga apto en toda obra buena para que haga Su voluntad,
haciendo Él en mí lo que es agradable delante de Él por Jesucristo mi Señor.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. ¿Estamos
nosotros tan preocupados y somos tan conscientes de nosotros mismos por ser las
ovejas que no nos maravillamos y adoramos al Gran Pastor que ha dado Su propia
vida con un amor infinito por Sus ovejas?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU
PRESENCIA")