“… si no os
volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” Mateo
18:3 (Leer: Mt. 18:1-5; 19:13-14)
Una noche, hace muchos años, después de orar con nuestra
hijita de dos años de edad, antes de dormir, mi esposa quedó sorprendida con
una pregunta: —Mami, ¿dónde está Jesús?
—Jesús está en el cielo y en todas partes; aquí mismo con
nosotras. Y puede estar en tu corazón si le pides que entre allí —respondió mi
esposa.
—Quiero que Jesús esté en mi corazón.
—Uno de estos días puedes pedírselo.
—Yo quiero que Él esté en mi corazón ahora mismo.
Así que nuestra hijita dijo: «Jesús, por favor, entra en
mi corazón y quédate conmigo». Y allí comenzó su camino de fe con Él.
Cuando los discípulos de Jesús le preguntaron quién era
el mayor en el reino de los cielos, Él llamó a un niño, los reunió (Mateo
18:1-2) y dijo: «si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el
reino de los cielos. […]. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como
este, a mí me recibe» (vv. 3-5).
A través de los
ojos de Jesús, podemos ver la confianza de un niño como nuestro ejemplo de fe. Además, nos dice que recibamos a todos los que abren su
corazón a Él: «Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los
tales es el reino de los cielos» (19:14).
Señor, gracias por llamarnos a seguirte con la fe y la
confianza semejantes a las de un niño.
Nuestra fe en Jesús debe ser como la de un niño confiado.
(La Biblia en
un año: Éxodo 21–22 — Mateo 19:21-30)
DAVID C.
MCCASLAND - (DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")