“… si vuestros
pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos…” Isaías 1:18 (Leer:
Isaías 1:16-20)
En diciembre, fuimos con mi familia a las montañas.
Habíamos vivido toda la vida en un clima tropical, así que era la primera vez
que veríamos la nieve en todo su esplendor. Mientras contemplábamos el manto
blanco sobre los campos, mi esposo citó a Isaías: «si vuestros pecados fueren
como la grana, como la nieve serán emblanquecidos» (Isaías 1:18).
Después de preguntar qué significaba la grana, nuestra
hija de tres años dijo: «¿El color rojo es malo?». Ella sabe que a Dios le
desagradan los pecados, pero este versículo no está hablando de colores. El
profeta está describiendo una tintura rojo brillante que se usaba para teñir.
La ropa se teñía dos veces para que el color quedara firme. Ni la lluvia ni el
lavado lo quitarían. El pecado es igual.
Ningún esfuerzo humano puede quitarlo. Está arraigado en el corazón.
Solo Dios puede limpiar de pecado el corazón. Mientras
mirábamos las montañas, admiramos el blanco inmaculado que no puede lograrse
enjabonando y refregando una tela teñida de grana. Debemos seguir la enseñanza de
Pedro: «arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados»
(Hechos 3:19). Solo aceptando el sacrificio de Jesús por nosotros podemos
recibir lo que nadie más puede darnos: un corazón limpio.
Señor, gracias por perdonar mis pecados y quitarlos.
Cuando Dios perdona, también nos limpia.
(La Biblia en
un año: Éxodo 25–26 — Mateo 20:17-34)
KEILA OCHOA -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")