“El necio da
rienda suelta a toda su ira, pero el sabio conteniéndose la apacigua.”
Proverbios 29:11
El Dr. Redford Williams, experto en estrés del Centro de
Investigaciones de Medicina de la Conducta de la Universidad de Duke, declaró
en una conferencia médica que una personalidad hostil nos puede matar, la
mayoría de las veces por enfermedades del corazón, pero también por lesiones y
accidentes. La palabra “hostil” está íntimamente relacionada con contienda,
agresión, ira, discordia, es decir todo lo contrario a paz y armonía. Según el
Dr. Williams la ira aumenta el nivel de adrenalina, lo cual acelera los latidos
del corazón, eleva la presión sanguínea y afecta las arterias coronarias. La
ira también lleva a las personas a actuar de forma irracional, lo cual no
harían en un estado de calma y sosiego. La hostilidad y agresividad no
solamente son obstáculos para una vida de paz y felicidad, sino que son
elementos que pueden acortar la vida.
Algunas características de una personalidad hostil son la
impaciencia ante los retrasos, reacciones agresivas en el tráfico (ya sea con
los que manejan muy lento o con los que manejan muy rápido), fastidio o falta
de tolerancia por los hábitos de familiares y amigos, una persistente necesidad
de decir la última palabra en las discusiones, o lo que es aún peor, deseo de
vengarnos cuando alguien nos ofende o nos hace daño. Todas estas reacciones
pueden resultar en las consecuencias de que nos habla el Dr. Williams. Él
terminó su presentación con esta advertencia: “¡Mucho cuidado con un corazón
hostil!”
Más de ochocientos años antes del nacimiento de
Jesucristo, el sabio Salomón, pensando precisamente en las reacciones hostiles,
escribió el pasaje de hoy en el cual afirma que aquel que da rienda suelta a su
ira es un necio, mientras que el que es sabio se contiene y apacigua su ira. Y
en Proverbios 4:20-24, Salomón advierte acerca de la relación de esas
reacciones negativas y el estado del corazón: “Hijo mío, está atento a mis
palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas
en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo
su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la
vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los
labios.” ¡Cuánta sabiduría encierran estas palabras! Todo aquel que las guarda
en su corazón, dice este pasaje, está recibiendo vida e inyectando “medicina a
todo su cuerpo.”
Jesús también se refirió a la extraordinaria importancia
del contenido del corazón en la manera de actuar de una persona. Él dice en
Lucas 6:45: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el
hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia
del corazón habla la boca.” Y en Marcos 7:21-23 declara: “Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el
engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.
Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.” ¡Cuán importante
es el estado de nuestro corazón! De su contenido dependen nuestras acciones,
las palabras que salen por nuestras bocas, nuestra felicidad o nuestra
desgracia y la de los que nos rodean, y hasta nuestra vida. Si tienes un
corazón hostil, es necesario cambiarlo.
La transformación de un corazón hostil comienza cuando
pasamos tiempo con el Señor diariamente, oramos, leemos su Palabra y meditamos
en ella, y permitimos que el Espíritu Santo haga su obra de transformación
interior alterando nuestra conducta y nuestra manera de hablar y de actuar.
Esta debe ser nuestra constante oración y enfoque. A medida que profundices en
tu relación con el Señor, su paz irá llenando tu corazón y tus reacciones serán
un testimonio que glorifique su nombre.
ORACIÓN: Padre celestial, confieso delante de ti que estoy harto
de mis reacciones agresivas, de mi impaciencia, de mi falta de tolerancia y de
mi hostilidad hacia los demás. Por favor, reprende de mí todo espíritu de ira y
agresividad, y pon en mí el carácter de Cristo, quien es manso y humilde de
corazón. En el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")