“Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” Mateo 1:21 (Leer: Mateo
1:18-25)
En medio de
todo el bullicio y algarabía de estas fiestas, podríamos pasar por alto el
mensaje de la Natividad; es por ello que en su momento el eminente profesor de
Yale, Haldford Luccock (1885-1961), hizo la siguiente reflexión: “Podemos
llegar a encantarnos tanto con la historia de un bebé hasta el punto de
ponernos sentimentales. El limitarnos a ello, no requiere que hagamos nada,
ningún cambio vital en nuestra manera de pensar, ni de vivir.”
La pregunta
para nosotros: ¿Es nuestra Navidad tan sólo una historia sobre un bebé, o es
algo más?, ¿Es una historia imperecedera sobre la Persona que fue ese bebé,
quien puede redimir al mundo de sus pecados, y que nos llama a asociarnos con
Él para llevar a cabo sus grandes y poderosos propósitos?
Cuando el ángel
del Señor se le apareció a José dijo: “Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:21). Es tan sólo
cuando vemos el nacimiento de Cristo a la luz de su crucifixión y resurrección,
que podemos entender plenamente el significado de su venida.
Así las cosas, en estos días separemos buena parte
de nuestro tiempo para meditar, en cómo Dios, sin nosotros merecerlo, envió a su
Hijo a un mundo perdido y depravado; el Santo entregado como regalo perfecto,
para que naciera, creciera, compartiera y enseñara a otros, su carácter y prioridades,
y que al final de sus días lo enjuiciaran injustamente, condenaran y
crucificaran, para que tres días después, se levantara victorioso de la tumba,
para que nosotros pudiéramos tener acceso al Dios vivo.
1. En aquella noche, nadie pensó que aquel
niño moriría en la cruz, que luego resucitaría y que ahora te ofrecería su
regalo de salvación, ¿Quieres iniciar el primer día del resto de tu vida? Acepta
hoy su regalo de salvación. Reconoce que no puedes salvarte a ti mismo, y que
debido al pecado que vive en ti, necesitas de un Salvador, ¡necesitas a Jesús!
2. Si dijiste que sí, entonces, habla con
Dios cada día, no te preocupes por usar palabras rebuscadas; Él va a entender
lo que tú le quieras decir. Estudia cada día una parte de su Palabra: la Biblia,
por día puedes iniciar con unos versos del evangelio de Juan. Por último y no
menos importante, reúnete con otros en una iglesia local, donde estudien su
Palabra y quieran compartir con otros lo que han aprendido. ¡Ánimo, el camino
apenas empieza!
MD/HG -
(DEV. PROVERBIOS: “SABIDURÍA DIVINA PARA LA VIDA DIARIA”)