“Escucha, te ruego, y hablaré. Te preguntaré y tú
me enseñarás. De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven. Por eso me
aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza.” Job 42:4-6 (Lea: Job 42:3-6)
Fíjese usted en
la diferencia: “De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven”. El ojo
interior del corazón ve la naturaleza de Dios. ¿Y cuál es el resultado? Job
dice: “me aborrezco”.
Eso es
arrepentimiento. Lo que está realmente haciendo Job es estar de acuerdo con lo
que dice Dios acerca de él. De hecho está diciendo: “Tienes razón, Señor. He
percibido las cosas de manera equivocada. No sé lo suficiente para empezar a
desafiar la sabiduría del Todopoderoso. Soy un hombre ignorante y limitado, que
habla sin ni siquiera saber lo que está diciendo. Tienes toda la razón, Señor,
soy yo”.
A continuación
vuelve a citar a Dios: “Escucha ahora y yo hablaré, te preguntaré y tú debes de
contestarme”. Está diciendo: “Señor, también tienes razón sobre eso. He sido un
hombre arrogante. Había pensado que podía contestar Tus preguntas y que incluso
te haría preguntas a Ti que Tú podrías contestar. Señor, he sido un hombre
arrogante. Ahora me doy cuenta de ello. Algo en mi interior ha sido orgulloso,
ambicioso, pagado de mí mismo y confiado en que tenía la razón, pero he estado
equivocado todo el tiempo”. Así que dice: “Señor, me aborrezco”.
Job no ha estado nunca en este lugar con
anterioridad y está aprendiendo por fin la lección más dura de la vida, lo que Dios
intenta enseñarnos a todos nosotros: El problema no está nunca en otros o en
Dios; el problema está en nosotros y es un problema que sólo Dios puede tratar.
Nosotros no estamos equipados para resolverlo; lo único que podemos hacer es
ponerlo de nuevo en Sus manos de gracia.
Da la impresión
de que Dios ha humillado a Job y que ha hecho que este pobre hombre, con el
corazón destrozado, se encuentre en el polvo de una manera que es casi cruel.
Pero no es crueldad, es amor, porque al llegar a este punto, cuando Job por fin
ha dejado de intentar defenderse y justificarse a sí mismo, Dios empieza a
sanar y a derramar bendiciones en la vida de este hombre con las que él nunca
había soñado.
Esta es la
historia de todas las Escrituras, ¿no es verdad? Por todas partes las Escrituras
intentan decirnos esto. Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres de espíritu,
los hombres y las mujeres que están arruinados en sí mismos, que han dejado de
contar con lo que tienen para conseguirlo. Bienaventurados los pobres de
espíritu porque de los tales es el reino de los cielos”.
Dios empezará a
sanar la vida de la persona que se arrepienta ante Él y la llenará de
bendición, honor, gloria y poder. Ninguna de las cosas orgullosas a las que
nosotros nos aferramos valdrá ni la más mínima porción de la gloria y el gozo
que hemos descubierto teniendo una relación con Dios mismo.
ORACIÓN. Padre, te doy gracias por este
penetrante vistazo a mi propio corazón. He sido muy orgulloso; me he dejado
llevar intentando justificarme a mí mismo con quejas ante Ti. Enséñame a poner
mi mano sobre mi boca y a admitir ante Ti que yo soy el que con frecuencia
tiene el problema, para que Tú me puedas sanar y restaurar.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. La asombrosa
humildad de la encarnación de Cristo dio a luz a la familia espiritual de Dios.
Cuando nos arrepentimos, ¿nos damos cuenta humildemente de la diaria asombrosa
gracia y misericordia de Dios?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU
PRESENCIA")