sábado, 18 de noviembre de 2017

Vespertinas 18 noviembre





“Tú eres eternalmente” Salmo 93:2


Cristo es eterno. De él podemos cantar con David; “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo”. Regocíjate, creyente, en Jesucristo, el mismo ayer, hoy y por los siglos. Jesús siempre fue. El niño nacido en Belén se unió al Verbo, que era en el principio, y por quien todas las cosas fueron hechas. El título por el cual Cristo se reveló a Juan en Patmos era el siguiente: “El que es y el que era y el que ha de venir”. Si él no fuera Dios desde la eternidad, no podríamos amarlo tan devotamente, no podríamos comprobar si él tuvo alguna parte en el amor eterno, que es la fuente de todas las bendiciones del pacto. Pero, puesto que él fue desde toda la eternidad con el Padre, descubrimos que la fuente del divino amor tenemos que atribuirla tanto a él, que es el Hijo, como al Padre y al Espíritu Santo. Como nuestro Señor siempre fue, así también es para siempre. Jesús no está muerto. “El vive para siempre para interceder por nosotros”. Acude a él en todo tiempo de necesidad, pues él está aguardando para bendecirte aún más.

Además, Jesús, nuestro Señor, siempre será. Si el Señor reserva tu vida hasta los setenta años, hallarás que su purificadora fuente todavía está abierta y que su preciosa sangre no ha perdido su virtud; encontrarás también que el Sacerdote que llenó la fuente de salud con su sangre, vive para limpiarte de toda iniquidad. Cuando sólo te quede para pelear tu última batalla, hallarás que la mano de tu glorioso Capitán no se debilitó y que el viviente Salvador animará al santo que agoniza. Cuando entres en el cielo encontrarás allí a Jesús mostrando el rocío de su juventud; y a lo largo de la eternidad, el Señor Jesús seguirá siendo la fuente perenne del gozo, de la vida y de la gloria de su pueblo. De esta fuente sagrada puedes sacar aguas vivas. Jesús siempre fue, siempre es y siempre será. El es eterno en todos sus atributos, en todas sus funciones, en todo su poder; y está deseoso de bendecir, confortar, guardar y coronar a su pueblo elegido.



CHARLES SPURGEON - (DEV. “LECTURAS VESPERTINAS”)









TRADUCCIÓN