NADIE MERECE EL AISLAMIENTO
“Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi
enfermedad. Jesús lo tocó con la mano, y dijo: Quiero. ¡Queda limpio!” Mateo
8:2-3 (Leer: Mateo 8:1-4)
Cualquier
enfermedad nos molesta, principalmente si es contagiosa. Tanto es verdad que si
llega a nuestro conocimiento que una persona está enferma, nos alejamos. En el
Antiguo Testamento, en el libro de Levítico, están descritos los mandamientos y
las leyes que Dios ordenó que Moisés enseñase al pueblo de Israel,
especialmente en cuanto a la purificación. En aquella época si un hombre se
enfermaba con lepra, por ejemplo, debía rasgarse la ropa y gritar: “¡Impuro!,
¡Impuro!” Mientras tenía llagas debía ser considerado impuro y vivir solo y fuera
del campamento. Estas leyes fueron escritas por Dios para preservar al pueblo
en un tiempo en que la medicina y la higiene personal eran rudimentarias.
Gracias a Dios este período ha pasado y las
enfermedades han sido cada vez más estudiadas y controladas. En Cristo
hemos sido sanados de la peor enfermedad contagiosa e incurable que existe: el
pecado. El Maestro nos ha sanado y nos ha rescatado de vivir aislados de la
convivencia alegre y amorosa de nuestra familia e iglesia. Sanados y
restaurados no podemos ni debemos juzgar o aislar a cualquier persona aunque
tenga llagas en la piel o haya cometido un crimen. Jesús siempre quiere sanar
nuestra vida y nuestros corazones con el remedio que es su maravilloso amor.
ORACIÓN: Señor, sana las enfermedades de nuestro
cuerpo y también de nuestro espíritu. Enséñanos a mirar a las personas enfermas
con tu amor. Amén.
MINISTERIO REFORMA - (DEVOCIONAL “CADA DÍA”)
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El Rev. Juan Boonstra es quien nos guía este
mes a apreciar la Biblia y lo que ella tiene que decir para todos. Él fue el
director y la voz de La Hora de la Reforma por más de un
cuarto de siglo.