Sabemos que
Dios liberó sobrenaturalmente a Israel. En la zarza ardiente, Moisés estaba
siendo preparado para confiar que Dios llevaría a cabo esa gloriosa obra. Él
aprendería algo sobre la naturaleza de Dios que luego le ayudaría a confiar que
el Señor lo llevaría a cabo. ¿Cuál era ese aspecto de la naturaleza de Dios?
¡Su Santidad!
Lo mismo es
cierto para todos los cristianos, hoy en día. Podemos tratar de lograr en la
carne lo que creemos que Dios quiere. Pero el Señor nos dice lo mismo que le
dijo a Moisés: “Sólo hay un terreno sobre el cual puedes acercarte a mí, y éste
es: tierra santa. No puedes poner tu confianza en tu carne, porque ningún tipo
de carne podrá estar de pie en mi presencia. Mis propósitos nunca se logran por
lo que puedas reunir en ti mismo”.
Entonces, ¿por
qué Dios le dijo a Moisés que se quitara los zapatos? (Ver Éxodo 3:5). El Señor estaba
usando un objeto ordinario y cotidiano para enseñar una verdad espiritual, tal
como lo haría Jesús con monedas, perlas, camellos y semillas de mostaza. Dios
estaba diciendo: “Moisés, debes usar calzado protector para evitar que tus pies
se lastimen. Pero no existe suficiente
protección carnal que pueda sostenerte donde te estoy enviando. Necesitarás
un milagro de liberación.
“Te estoy
enviando a Egipto, para enfrentar a un dictador endurecido. Estarás en una
situación de la que sólo yo puedo liberarte. Por lo tanto, deja de lado toda tu
dependencia en tu carne, incluso tu mansedumbre y humildad. De lo contrario, no
serás capaz de hacer lo que te estoy llamando a hacer. Todas tus habilidades
serán inútiles a menos que yo las santifique. Pon toda tu confianza en mi
nombre y en mi poder”.
Nadie puede
alcanzar la santidad a los ojos de Dios con su propia fuerza o con su fuerza de
voluntad. Ni siquiera podemos servir al Señor apropiadamente sin seguir el
proceso descrito a Moisés. Debemos acercarnos a Dios, diciendo “Señor, no tengo
nada que darte. Tú debes hacerlo todo”.
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)