“Y la casa que
tengo que edificar, ha de ser grande; porque el Dios nuestro es grande…” 2
Crónicas 2:5 (Leer: 2 Crónicas 2:1-10)
Hace poco, mi esposo celebró un cumpleaños importante, de
esos que terminan en cero. Con mis hijos, hablamos de mis muchas ideas, para
que me ayudaran a elegir la mejor manera de honrarlo. Quería que nuestra
celebración y el regalo reflejaran la importancia de una nueva década y lo
valioso que él es para nuestra familia.
El rey Salomón quiso darle a Dios un regalo mucho más
grande de lo que ameritaría un «cumpleaños importante». Quería que el templo
que había construido fuera digno de la presencia de Dios. Para asegurarse la
materia prima, le envió un mensaje al rey de Tiro, y destacó que el templo
sería magnífico «porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses» (2
Crónicas 2:5). Reconocía que la inmensidad y la bondad de Dios sobrepasaban ampliamente
lo que las manos humanas pudieran construir, pero se lanzó a la tarea por amor
y adoración.
Sin duda,
nuestro Dios es más grande que todos los otros dioses. Ha hecho cosas admirables en nuestras vidas, lo cual
lleva nuestro corazón a rendirle una ofrenda de amor, más allá de su valor
externo. Salomón sabía que su regalo no se comparaba con el valor de Dios,
pero, con gozo, llevó su ofrenda delante de Él. Nosotros también podemos
hacerlo.
Señor, eres un Dios grande, incomparable en valor. Que
mis ofrendas sean agradables a tu vista.
El regalo más valioso que podemos darle a Dios es nuestro
amor.
(La Biblia en
un año: Jeremías 51–52 — Hebreos 9:1-28)
KH -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")