“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me
dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas
que no retienen agua.” Jeremías
2:13 (Leer: 1ª Corintios 10:7; 2ª Cor 6:16)
Hemos de
estudiar otro camino que termina en punto muerto y que muchos toman
inadvertidamente: el de asirse de un ídolo.
Fritz Kunkel
descubre los efectos devastadores que sufre la personalidad de aquellos que no
llegan hasta la realidad misma y se asen de sustitutos de ella, de ídolos. Un
ídolo es una cosa relativa tomada como absoluta. En su lugar correspondiente,
el ídolo puede haber sido una cosa buena, pero el lugar absoluto no le
corresponde; es relativo.
Mucha gente se
ase de ídolos en materia religiosa: un predicador. Si él se mantiene firme en
su pedestal, la religión del ídolo marcha tranquilamente. ¿Pero si el ídolo
tambalea en su pedestal, o peor aún, si cae? Entonces la fe ligada a él cae con
él. Pero no es necesario que ese hombre caiga en una falta grave. Es suficiente
que se muestre menos que perfecto: la fe depositada en él es herida y
quebrantada. La adoración de ídolos nutre un dolor secreto.
Cerca estuve de
hacer eso cuando era joven. El hombre bajo cuya dirección me convertí era mi
ideal y a punto estuvo de ser mi ídolo. Me hallé imitando su voz ronca. Pero
entonces descubrí que, si bien era un buen hombre, no era perfecto y mi ídolo
se tambaleó en su pedestal. En ese
momento Cristo me dijo: “¿A quién sigues, a él o a mí?” Entonces comprendí:
yo había interpuesto a aquel hombre entre Cristo y yo. Debía abandonar aquella
adoración. Lo hice. Desde entonces no fue un ídolo, fue un buen hombre a quien
debía mucho y a quien estaba profundamente agradecido. Fui liberado de la
esclavitud; era ya libre.
Hay muchos que
hacen un ídolo del grupo religioso al que pertenecen. Los hombres tenemos el
instinto de pertenecer a un grupo, el instinto gregario. Dentro del grupo nos
sentimos seguros, tenemos el sentido de “pertenencia”. Y al sentirnos seguros,
glorificamos al grupo al que pertenecemos; le colocamos un halo y lo investimos
de cualidades salvadoras. Quienes pertenecen a ese grupo o denominación están
en buen camino; quienes no pertenecen a él están inseguros, aún no salvados. El
grupo ha venido a ser un ídolo.
ORACIÓN. Oh Cristo, cuán fácil es detenerse
antes de llegar a ti y asirse a algo menor que tú. Y sabemos que cuando lo
hacemos, estamos condenados a la desilusión, al sufrimiento. Porque sólo tú no
nos faltarás jamás. Todo lo demás nos ha de faltar. Quiero, por lo tanto fijar
mi afecto en ti y sólo en ti; fijar en ti mi afecto supremo, pues todo lo demás
es relativo. Ayúdame. Amén.
AFIRMACIÓN PARA EL DÍA. "Si
perdiereis en la tierra vuestra frescura y os depravareis y os hiciereis un
ídolo…” (Deuteronomio 4:25). Yo también me apego a los ídolos cuando pierdo la
frescura de Dios.
E. STANLEY JONES - (DEVOCIONAL DIARIO “EL CAMINO”)