“Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán
grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y cómo tuvo misericordia de ti” Mateo 5:19
(Leer: 1ª Corintios 7:17-24)
Hace ya algunos
años, siendo muy joven asistí a una conferencia misionera, en la cual uno de
los oradores era un misionero ya anciano, quien compartió parte de sus
experiencias en el campo de las misiones.
Al final de su charla algunos jóvenes que me acompañaban le preguntaron:
¿Qué debo hacer para convertirme en misionero?
Luego de un momento, mirando los ojos de cada uno de los muchachos
contestó: “Antes de ser misionero en el exterior, debes ser misionero en tu
casa”.
Este consejo
debe hacernos reflexionar sobre las motivaciones que nos impulsan a querer
servir al Señor; es similar al mensaje de Pablo a la iglesia de Corinto, donde les motiva a servirle en cualquier
situación en la que Dios les haya colocado (1ª Cor. 7:17-24).
En una
graduación universitaria, el rector hizo la siguiente pregunta a los graduandos:
“¿Qué han hecho este año para contribuir con una acción útil, en un perímetro
de dos kilómetros de sus casas?” Este
reto al igual que el consejo del misionero, termina con cualquier ilusión que
no esté ligada a la dura realidad del servicio cristiano. Así que, los que
tienen hambre, los que sufren, los que no han sido evangelizados en nuestro
barrio; no tienen el glamour y el atractivo que tiene realizar un viaje para compartir
la fe en otra cultura. Lo que debemos entender es que las personas a nuestro
lado están tan necesitadas del amor de Dios, como aquellos que viven en
latitudes lejanas del mundo.
Recordemos las
palabras que el Señor dijo a un hombre a quién había liberado de demonios:
“Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor
por ti, y cómo tuvo misericordia de ti” (Mateo 5:19).
1. Miremos a nuestro alrededor, siempre
habrá almas necesitadas del Salvador.
2. El campo misionero está más cerca de
lo que imaginas.
MD/HG -
(DEV. PROVERBIOS: “SABIDURÍA DIVINA PARA LA VIDA DIARIA”)


