“En paz me
acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.” Salmos 4:8
(Leer Isaías 54:10)
Continuamos
nuestros pasos hacia la liberación del temor.
9. Mirad los hechos con claridad y en su
contexto total. La cosa o cosas que temes pueden aparecer fuera de foco,
ocupando el centro cuando debieran ocupar la periferia. Dios ocupa ahora el
centro de tu vida; el temor es por lo tanto marginal. Tus temores son disueltos
en el gran hecho de Dios. Las cosas marginales no tienen derecho a determinar
tu vida. Dios la determina.
10. Recuerda que nada que te ocurre puede ser tan
perjudicial como el temor mismo. Vienen al caso las palabras de
Montaigne: “El que teme sufrir, sufre ya porque teme.” Y las palabras de
Francisco de Sales a un amigo temeroso: “El temor es un dolor mayor que el
dolor mismo.” Es absolutamente cierto que nada que pueda ocurrirte será tan
malo como el propio temor. En las palabras de Emerson: “Nunca prestes una vela
al miedo: te llevará al naufragio.” Pero puedes utilizar los vientos de la
adversidad y de la calamidad para impulsarte hacia tu meta.
11. Mantén el sentido de humor. Cuando
estés demasiado tenso y te tomes demasiado en serio, ve al espejo y rompe a
reír. A menudo lo hago; relaja las tensiones. Mientras estás ante el espejo repite
estas palabras: “Loco, ¡llevarte sobre tus propios hombros! ¡Mendigo, llamar a
tu propia puerta!” Y ponte a reír… de ti mismo.
12. Piensa con fe, habla con fe, obra con fe. Escuché en un
tren decir: “Un hombre es lo que come”. Pero es muy fácil perturbar la
digestión de lo que comemos con emociones, temores y ansiedades falsas. Así
que, es lo que pensamos lo que determina el efecto de lo que comemos. Por lo
tanto piensa con fe, habla con fe, obra con fe.
13. El temor es centrado en sí mismo, la
fe en Dios. El temor te repliega sobre ti mismo; la fe impulsa hacia Dios. El
uno crece ensimismado; la otra se expande: el primero produce enfermedad, la
segunda salud. El temor trata nerviosamente de mantener el mundo en su lugar;
la fe entrega el mundo a Dios para que él lo mantenga contigo.
ORACIÓN. Oh Cristo, veo; veo que he tratado de
ser mi propio salvador con mi alboroto, ansiedad y preocupación. Tú eres mi
Salvador. Te entrego a ti, para siempre, mis ansiedades, mi yo, mi todo. Tú me
posees y yo soy libre. Te doy las gracias. Amén.
AFIRMACIÓN PARA EL DÍA: Pienso en mi
yo y los problemas aumentan. Pienso en Dios y los problemas desaparecen.
E. STANLEY JONES - (DEVOCIONAL DIARIO “EL CAMINO”)