Libro de
Devociones de CHARLES H. SPURGEON
(PREFACIO de la
Segunda Edición Argentina – 1984)
Cuando el bullicio y la agitación del día terminan, es agradable gozar de
comunión con Dios. El fresco y la calma de la tarde armonizan muy
deliciosamente con la oración y la alabanza. Las horas de la caída del sol son
como tantas callejuelas en el jardín del tiempo, en las que el hombre puede
hallar a su Hacedor, quien lo espera para tener comunión con él como la tuvo
con Adán, antiguamente, al aire del día.
Es conveniente que apartemos un momento tranquilo antes que el día haya
terminado del todo, un momento de acción de gracias por la abundante gracia
recibida, un momento de arrepentimiento por nuestros muchos deslices y un
momento de examen de conciencia por los males que se nos insinuaron.
Nos hemos
esforzado por mantenernos fuera de lo común; de ahí que hayamos usado textos
raros y presentado asuntos olvidados. El defecto de que adolecen muchas
obras religiosas es la pesadez, de la que nosotros hemos procurado librarnos.
Nuestros amigos deben juzgar hasta dónde lo hemos conseguido. Hemos extraído
mucho material de nuestra propia experiencia, pues siempre nos hemos sentido
seguros de que una verdead que ha sido santificada para nuestro propio bien, no
habría de quedar sin unción para otros. Si podemos alentar a algún corazón que
de otra manera hubiera decaído, o sembrar en una sola mente un propósito santo
que de otra manera nunca hubiera sido concebido, estaremos muy agradecidos. El
Señor nos está enviando tales resultados en miles de casos; para él sea, pues,
toda la alabanza. Cuanto más vivimos, más profundamente nos persuadimos de que
sólo el Espíritu Santo puede hacer que la verdad resulte provechosa al corazón;
es por eso que, con ferviente oración, entregamos este volumen a su cuidado.
DÍA 1
“Nos gozaremos
y alegraremos en ti” Cantares 1:4
“Nos gozaremos y alegraremos en ti”. No abriremos las puertas del año a las
lúgubres notas del sacabuche, sino a los suaves sonidos del arpa de gozo y a
los retumbantes címbalos de alegría. “Venid, celebremos alegremente a Jehová,
cantemos con júbilo a la Roca de nuestra salud”. Nosotros los llamados, los
fieles y los elegidos, ahuyentaremos nuestros pesares y levantaremos nuestras
banderas de confianza en el nombre de Dios. Dejemos que otros se lamenten de
sus aflicciones, nosotros que tenemos (para echar en el amargo lago de Mara) el
árbol que dulcifica, magnificaremos al Señor con gozo. ¡Oh!, Espíritu Eterno,
nuestro eficiente Consolador, nosotros que somos los templos en los cuales tú
habitas, no cesaremos nunca de adorar y de bendecir el nombre de Jesús.
Queremos que Jesús tenga la corona de nuestro corazón; no afrentemos a nuestro
esposo gimiendo en su presencia. Hemos sido destinados a ser los cantores del
cielo; ensayemos, pues, nuestro canto antes de entonarlo en los palacios de la
nueva Jerusalén. Nos gozaremos y alegraremos: dos palabras con un significado,
felicidad sobre felicidad.
¿Es necesario
que nuestro gozo en el Señor tenga ahora algún límite? ¿No hallan los
hombres piadosos que su Señor es aun ahora cánfora y nardo, caña aromática y
canela? ¿Pueden estas sustancias tener en los cielos una fragancia mejor? Nos
gozaremos y alegraremos en ti. Esta última palabra es como el meollo de la
nuez, como el alma del texto. ¡Qué cielos están atesorados en Jesús! ¡Qué ríos
de infinita felicidad hallan en Jesús su manantial y cada gota de plenitud!
¡Oh!, bondadoso Jesús, ya que tú eres la presente porción de tu pueblo,
favorécenos este año con un sentido tal de tu preciosidad que desde el primer
día hasta el último podamos gozarnos y alegrarnos en ti. Que enero se abra con
gozo en el Señor y diciembre se cierre con alegría en Jesús.
CHARLES
SPURGEON - (DEV. “LECTURAS VESPERTINAS”)